-
De rodillas- capítulo 2
Fecha: 06/12/2025, Categorías: Infidelidad Autor: inerme, Fuente: TodoRelatos
... gritaba que sí. Se abría solo. El dolor me calentaba. —Te voy a romper —me dijo Y lo hizo. La embestida fue salvaje, sin pausa. Me la metió de una, sin cuidar si dolía. si me desgarraba por dentro. El sillón crujía bajo cada golpe. Mis uñas se clavaban en el cuero viejo, el cuerpo entero vibraba con cada embate. Yo no pedía que pare, tampoco que siga. Solo me dejaba hacer. Me abría. Me dejaba usar. —¿Así que ahora sos de otro, eh? —me gruñía al oído, tirándome del pelo para que le mirara la cara—. Pero venís a que te rompa yo. su verga pese a tener un tamaño bastante promedio me taladraba. Me la sacaba hasta la punta y me la volvía a meter de un solo golpe, profundo, castigando. —Decime de quién sos —ordenó. Yo no hablaba. —Decímelo —me escupió la nuca—. Decí que sos mía. Una mano me apretaba el cuello, con los dedos en la tráquea. La otra me hundía la cadera para que no me moviera. —Tu cuerpo no miente —murmuró, y empezó a darme más fuerte. Más salvaje. Más animal. Me hacía chocar contra el respando con cada estocada. Yo gritaba bajo, entre jadeos. Lloraba y me reía. No sabía si por placer o por bronca. Si era excitación o desesperación. Pero no me iba. No me soltaba. Me agarró la cara por atrás, con la mano entera, como para hacerme mirar de reojo. —Estás llorando. ¿Por qué? Yo no respondí. —¿Te duele? ¿Te gusta? ¿Extrañás? Y sin dejar que diga nada, volvió a metérmela más fuerte. Más cruel. Más profunda. Me dolía. Me ardía. Pero también ...
... me abría. Me abría toda. Me desarmaba. Lo escuchaba respirar como un toro. Me mordía el hombro. Me escupía la espalda. Me decía cosas que no sabía si eran suyas o mías. —No vas a volver con él. No después de esto. Y en ese momento, con el cuerpo hecho un temblor, me di cuenta: Él no cogía para tenerme. Cogía para destruirme. Me acabó adentro, apretando los dientes contra mi cuello. Quedó unos segundos inmóvil, como temblando él también. Después se apartó sin decir nada. Se subió el pantalón. Se alejó al baño. Yo quedé ahí, con las piernas temblando, los ojos llenos de algo que no sabía si era deseo, culpa o derrota. Y cuando volví a vestirme, todavía con su olor metido en mi piel, me sentí más suya que nunca. Y más sola que nunca también. Me vestí sin apuro, como si no importara ya que estuviera desnuda o entera. Las piernas me temblaban, pero no por el frío. Era ese temblor de después. El que no se ve. El que se queda adentro. El baño seguía con la puerta cerrada. César no salía. Escuchaba el agua correr, pero no sabía si se estaba duchando o solo dejando que el sonido lo cubriera. Como si el agua pudiera sacarle el olor a mí. Me miré en el espejo. La boca hinchada. Los ojos húmedos. El pelo deshecho. Tenía marcas. En la nuca. En la cadera. En los muslos. Se notaba. Todo se notaba. Y no me las tapé. Me senté en el borde de la cama, con la ropa puesta pero el cuerpo todavía abierto. El corazón en carne viva. Cuando salió, no me miró. Se secaba las ...