-
Kilómetros de Deseo
Fecha: 08/12/2025, Categorías: Sexo con Maduras Autor: Mentula, Fuente: TodoRelatos
Kilómetros y Deseo No esperaba nada especial de aquel viaje. Solo necesitaba salir de Sevilla un par de días. Huelva me ofrecía una excusa perfecta: mar, algo de calma y, sobre todo, silencio lejos de las pantallas, las métricas y los clientes que siempre quieren algo “para ayer”. Trabajar como diseñador y gestor de marketing freelance puede parecer flexible, pero a veces te ahoga. Tenía el coche nuevo desde hacía apenas dos semanas. Lo compré tras años posponiéndolo, convenciéndome de que el transporte público bastaba y que alquilar era más práctico. Pero ahora que lo tenía, quería carretera. Queria espacio. Música. Aire fresco. Abrí Blablacar por costumbre, como quien lanza una botella al mar. Un poco por ahorrar gasolina. Un poco por no viajar solo. O quizás, por no sentirme tan desconectado. Fue ahí donde apareció Teresa. **58 años. “Conversadora, amante de la playa y de los silencios cómodos.”** No tenía foto de perfil tipo red social. Era una imagen sencilla, sin pretensiones. Pelo entrecano, suelto. Mirada firme. Sonrisa leve. No sabía exactamente qué me atrajo más, pero acepté su solicitud sin pensarlo. La recogí una mañana templada de agosto, en una calle tranquila cerca del Prado. Llevaba un vestido largo, suelto, una bolsa de tela y gafas de sol. Caminaba como quien ha dejado de apresurarse hace años, pero aún sabe adónde va. —¿Javier? —dijo al acercarse.—El mismo. ¿Teresa?—La misma. Gracias por aceptarme. Subió al coche con una ...
... naturalidad que desarmaba. Se acomodó como si no fuera la primera vez. Los primeros kilómetros fueron de cortesía: el tráfico, el calor, el clásico “¿eres de aquí?”. Pero a la altura de **Gines**, la conversación cambió. Como si algo hiciera clic. —¿A qué te dedicas? —preguntó, con esa voz que parecía no tener prisa.—Diseñador gráfico. También llevo campañas de marketing.—¿Muchos clientes?—Demasiados. Pero mejor eso que el silencio del teléfono. Ella asintió, mirando el paisaje sin dejar de escuchar.—Yo fui bibliotecaria. Ahora vivo entre Sevilla y Punta Umbría. Retirada a medias. Demasiado joven para dejarlo todo. Demasiado cansada para seguir con lo mismo. Me gustaba su forma de hablar. Su cadencia. Su honestidad sin dramatismo. —Echo de menos las conversaciones largas —dijo en un momento—. Las que no tienen objetivo. Solo estar. No respondí de inmediato. Puse algo de música. Drexler sonó en el fondo, suave. Ella apoyó la cabeza en el respaldo y cerró los ojos. Su rostro parecía descansar en paz. Yo la miré, y por un segundo me sentí fuera del tiempo. Paramos en una gasolinera más adelante. Pedimos café. Sentados bajo una sombrilla metálica, hablamos poco, pero con peso. Me contó que había estado casada. Que ya no. Que tenía dos hijos mayores. Que vivía tranquila, aunque a veces con la sensación de estar detrás de un cristal. Cuando la dejé en Huelva, fue ya al caer la tarde. Me agradeció el viaje con una sonrisa que traía algo más detrás. Me besó la mejilla. ...