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El esposo del Mafioso. Cap XI
Fecha: 11/12/2025, Categorías: Gays Autor: Fiore, Fuente: TodoRelatos
CAPÍTULO 11. CONFESIONES La habitación estaba en penumbra cuando Pietro abrió la puerta. Solo una lámpara tenue en la esquina dejaba ver el contorno de la cama... y el cuerpo de Augusto, sentado en ella, cubierto por la sábana hasta la cintura. —¿Aún despierto? —preguntó Pietro, cerrando la puerta tras de sí. —Sí. —respondió sin mirarlo directamente. Pietro frunció el ceño. No era común. Augusto siempre parecía dormido cuando él entraba. A veces fingía, lo sabía, otras veces realmente estaba agotado. Pero esta noche, lo esperaba. Y eso... lo desconcertaba y también lo hacía emocionarse. —¿Pasó algo? Augusto se humedeció los labios. Negó con la cabeza. —Solo... no podía dormir. Pietro dejó la chaqueta sobre la silla y se acercó, desabrochándose los puños de la camisa. —¿Por qué? ¿Acaso no te agotaste lo suficiente? ¿listo para otra ronda?— Preguntó Pietro con una sonrisa juguetona mientras se desvestía. Augusto sonrió con las insinuaciones de Pietro, no sabia si algun dia se acostumbraria al Pietro divertido y juguetón. Estaba exhausto si, pero Pietro sabía como encenderlo. —Quería saber si hay noticias —dijo Augusto al fin, alzando la mirada—. De los que nos atacaron. Pietro se detuvo. Se quedó en silencio unos segundos, evaluando si debía decirle la verdad o no. —Aún no tenemos una respuesta clara —dijo, finalmente—. Pero ya tenemos una idea de quiénes eran y que intentaban. Augusto lo miró fijo, como esperando más. —Fue algo ...
... personal —añadió Pietro—. No fue un mensaje a la organización. Fue un mensaje para mí. O para nosotros. —¿Por estar contigo? Pietro no respondió. Se sentó al borde de la cama, mirando al frente. —Parece que nuestro matrimonio no le gustó a todo el mundo.— le dijo desabotonando su camisa. —¿Y tú? —preguntó Augusto, en voz baja— ¿Te arrepientes de haberte casado conmigo? Pietro giró apenas el rostro. El tono de Augusto lo tomó por sorpresa. No era una provocación. Era… miedo. Se inclinó un poco, sin tocarlo aún. —No, Augusto. Nada hara jamas que me arrepienta de haberme casado contigo. Augusto bajó la mirada. Apretó las sábanas con los dedos. Pietro terminó de desvestirse, quedando solo en ropa interior y se recostó a su lado —Deja de preocuparte por esas cosas —murmuró—. Yo me encargaré de que nadie se interponga entre nosotros. Augusto desvió la mirada hacia su pecho desnudo y tatuado. Las letras que no había podido leer antes ahora le parecían claras: el nombre de la madre de Pietro. Recordó aquella noche. El miedo. La sangre. El dolor en los ojos de Pietro. Casi instintivamente se recostó sobre su pecho acariciando su abdomen, no con deseo, con cariño, con consuelo, recordando al Pietro asustado que vio en ese entonces. —También quería decirte algo… —susurró Augusto, un poco nervioso. —Dime. —Quería disculparme por no haberte obedecido. La verdad, nunca me he sentido útil en la organización. Además del desprecio por culpa de mi ...