1. La joven ama


    Fecha: 13/12/2025, Categorías: Hetero Incesto Sexo con Maduras Autor: Ericl, Fuente: SexoSinTabues30

    ... un impulso que no entendía del todo, hizo una reverencia torpe.
    
    —Es un honor, señorita. Me llamo Adolfo.
    
    —Hola… Soy Sofía —murmuró ella, antes de girar sobre sus talones y desaparecer con un rubor en las mejillas.
    
    La casa era un poema escrito en piedra blanca. Altas columnas sostenían terrazas con balcones que se abrían como párpados hacia los jardines. Dentro, todo parecía susurrar: los muros altos, los suelos brillantes, las cortinas que bailaban con el viento. Era un lugar que no parecía hecho para los ruidos del mundo, y sin embargo, en sus entrañas palpitaba una vida secreta, como un corazón tras los pliegues de un vestido de encaje.
    
    Allí, en una pequeña habitación junto al ala de los sirvientes, Adolfo tocaba por primera vez la tela fina de una camisa nueva. Nunca había tenido ropa tan suave. Se la llevó a la mejilla y cerró los ojos, como quien escucha una canción de cuna que había olvidado… o el eco lejano de una promesa aún no cumplida. En la esquina, una televisión vieja parpadeaba. La pantalla estaba encendida. Un título en letras rojas, carmesí profundo como vino derramado, apareció sobre un fondo oscuro: “El Guerrero Elegido”.
    
    Adolfo dio un paso atrás cuando un niño surgió en la pantalla. Llevaba una armadura brillante, los ojos duros, la espada alzada. No tenía más de su edad, pero el aura que lo envolvía era la de un dios en guerra. La imagen lo atrapó por completo… hasta que la puerta se abrió sin aviso.
    
    —¡Oh por Dios! —exclamó una niña, ...
    ... llevándose la mano a la boca, el rubor subiéndole como un incendio—. Tú debes ser Adolfo.
    
    Él se cubrió con prisa, la camisa aún a medio poner. El cuerpo delgado, marcado de cicatrices viejas, tembló por reflejo.
    
    —S-sí… ¿Quién eres tú?
    
    —¡Soy Yesenia! Tengo doce, pero en el cuartel de sirvientes soy tu superior. Eso significa que harás lo que te diga, ¿entendido?
    
    Adolfo asintió, pero sus ojos aún regresaban al niño de la pantalla, que ahora giraba en el aire y cortaba a una bestia de sombras con precisión imposible.
    
    —Servirás a la señorita Sofía conmigo —añadió Yesenia, con una sonrisa ladeada—. Es amable… y a veces juega. No como esas damas horribles que gritan y pegan.
    
    Adolfo la miró sorprendido, algo en su voz —un secreto mal escondido, una complicidad tácita— le despertó una mezcla de nervios y curiosidad.
    
    —¿De verdad?
    
    —¡Claro! Deberías considerarte afortunado.
    
    Y se fue como había llegado: ligera, rápida, dejando un rastro de palabras como migas de pan… y un aroma cálido, mezcla de sudor, tierra y lavanda. En la pantalla, el niño guerrero levantaba la vista, como si mirara directamente a él.
    
    Las risas de los niños llenaban el aire como campanas invisibles. Jugaban a atraparse con los ojos vendados, moviéndose como sombras veloces entre las columnas del patio.
    
    Adolfo había llegado allí por error. Sofía le había pedido pintar unas figuras de cerámica y, tras terminarlas, caminaba por uno de los senderos interiores del enorme recinto. El lugar era ...
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