-
Dime que me vas a coger como a una puta (1)
Fecha: 19/12/2025, Categorías: Infidelidad Autor: Carolina1906, Fuente: CuentoRelatos
... no vas a empezar de nuevo! ¡No olvides que sigues siendo la esposa de mi hermano! Le debo respeto. ¡Y tú también!” “Claro que le debemos respeto. Pero eso no impide que me desees. Lo puedo leer en tus ojos. ¡Me deseas tanto ahora como cuando vivías aquí! ¡Sé que te gusto! Me encuentras hermosa y sexy. Ahora mismo te has puesto duro como un burro solo de pensar en mi. ¡Quieres cogerme aquí, ahora mismo! ¡Es sólo tu conciencia la que te impide hacerlo! Estoy segura de que si toco la parte delantera de tus pantalones, encontraré que tienes una erección. ¡Atrévete a decir que no!” “¡Realmente me molestas! ¡Creo que me voy a ir! ¡Sería mucho lo más razonable para los dos! Voy a pasar mi corta licencia en Colonia Valdense con mis padres.” “¡No! ¡De ninguna manera! ¡No te dejaré ir! ¡No haré lo mismo que hace años! ¡Te abrazo y no te dejaré ir! ¡Te quedarás conmigo y gastarás toda tus vacaciones conmigo! ¡Y me harás el amor! ¡Y me darás todo el placer que espero de ti!” “¡Tú estás realmente loca! ¡Es imposible que te conviertas en mi amante! Y yo en tu amante. ¡Está prohibido por la moral! ¡No puedo hacerle esto a mi propio hermano! Él no se merece esto.” “¡Dime que no te gusto! ¡Es lo único que me hará renunciar a la idea de tener sexo contigo! ¡Atrévete a decirme, mirándome a los ojos, que no me quieres! ¡Que no te pones duro conmigo! En este mismo momento siento que tu pene se mueve con impaciencia.” No tuve tiempo de responderle. Además, no sé qué podría ...
... haber desarrollado como argumentos y como mentiras para aportarle cordura. Carlos acababa de entrar en la casa. Habíamos escuchado el sonido de la llave en la cerradura, luego el de la puerta abriéndose y cerrándose, y en segundos vimos a mi hermano entrar a la sala. Salté y corrí para saludarlo. Creo que fue la primera vez que besé a mi hermano así. Estaba feliz de verlo. “¡Hola! ¿Cómo estás?” “Muy bien, ¿y vos?” “¡Montevideo te sienta muy bien! ¡Pareces estar en forma olímpica!” “¡También vos parecés estar en buena forma! ¡Feliz de verte! ¡Y gracias por los paquetes que me enviaste!” Seguimos charlando así, mientras Anna –que se había quedado con su tentador atuendo– se fue a la cocina a encargarse de la cena. Después de unos minutos, reapareció para decirnos que la mesa estaba pronta y que podíamos sentarnos a comer. En la cocina ya estaban los niños que habían empezado a comer. La cena no podía haber sido más extraña. Seguí mirando a Anna de reojo, mientras ella también me devoraba con sus enormes ojos azules, con una sonrisa irónica en los labios. Carlos comió con buen apetito y estaba de buen humor. Se reía de cualquier cosa y de todo. Habló con los niños sobre sus tareas y les explicó lo que no habían entendido. De vez en cuando tomaba la mano de su mujer, la acariciaba sin vergüenza delante de mí y le dedicaba la luminosa sonrisa de un marido feliz. Ella le dedicó la misma sonrisa; la de una esposa complacida. Yo me hacía a mí mismo todo tipo de ...