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Capítulo III. Primer Contacto
Fecha: 22/12/2025, Categorías: Gays Autor: Jordi97, Fuente: TodoRelatos
CAPÍTULO 3. Primer Contacto Iván se despertó sobresaltado, la sábana pegada al cuerpo por el sudor, la respiración agitada. La habitación estaba en penumbra, apenas iluminada por los primeros rayos que se colaban entre las persianas. Tenía el pulso acelerado, el cuerpo aún tibio del sueño. Soñó con Dani. Y con un desconocido. Tal vez alguien del gimnasio, o solo una invención de su deseo. En el sueño, ambos lo miraban. Lo tocaban. Se reían entre susurros. Él, desnudo, entregado, con los ojos cerrados y la boca entreabierta. Había lujuria, pero también ternura. Una ternura peligrosa. Se sentó en la cama, la polla aún medio erecta, apuntando bajo el calzoncillo. La miró como si no fuera suya. Como si el deseo la hubiera poseído mientras dormía. “¿Qué me pasa?”, pensó, apoyando los codos sobre las rodillas. Se sentía dividido. Una parte de él quería ignorar esos pensamientos, relegarlos al silencio de la noche. Otra, la nueva, la que se despertaba con cada mirada, con cada roce, se negaba a volver a callar. “¿Esto está mal? ¿Es por estar solo? ¿O siempre estuvo ahí y no quería verlo?” Recordó aquella vez, con 14 años, que miró demasiado a su compañero de natación en las duchas. Sintió lo mismo: la mezcla de deseo y terror. Entonces lo ocultó. Ahora... ahora ya no podía. —¿Te apuntas hoy? Voy al gimnasio y luego a dar una vuelta —le dijo Dani mientras desayunaban. Iván asintió. Le venía bien moverse. Despejarse. Cambiar el aire. El gimnasio era un ...
... lugar distinto a todo lo que conocía. Espejos por todas partes, cuerpos esculpidos, camisetas ceñidas, miradas rápidas. Iván se sintió observado, pero también se sorprendió observando. El olor a sudor mezclado con desodorante, la música electrónica de fondo, el ritmo de las pesas subiendo y bajando. Todo tenía un magnetismo nuevo. En el vestuario, dos chicos se reían mientras se cambiaban. Uno, con una toalla baja en la cintura, se secaba el pelo frente al espejo. El otro le pasó una mano por la espalda. No había vergüenza. Solo confianza, complicidad. Más tarde, en el centro comercial, subieron por un ascensor lleno. Iván sintió una mirada fija. Al voltear, vio a un chico de su edad, con barba rala y una camiseta blanca ajustada. Le sonrió. Iván bajó la mirada, ruborizado. Notó cómo su pecho se encogía y algo cálido se despertaba en la base del estómago. Por primera vez se sintió algo más que útil. No era solo un cuerpo fuerte por el trabajo. Era deseado. Era... visible. —Hoy salgo con unos colegas. Vamos a un bar… gay. ¿Te apetece venir? No pasa nada si no. Iván tragó saliva. —¿No va a ser raro? —Raro sería que no salieras nunca. Vienes, pasas un rato y conoces gente. Nadie te va a comer… salvo que tú quieras —dijo Dani con una sonrisa ambigua. Iván dudó. Luego, algo dentro de él —curiosidad, hambre, quién sabe— le hizo decir que sí. Se miró en el espejo. Nada le convencía. Dani apareció con una camisa oscura y ceñida. —Pruebate esta. Te queda de ...