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Los maduros duros
Fecha: 29/12/2025, Categorías: Sexo en Grupo Autor: Gimena, Fuente: TodoRelatos
... cuestiono si es adicción si lo disfruto tanto, o si solo estoy aprendiendo a conocerme. No lo sé. A veces pienso en buscar ayuda, hablar con alguien que entienda, pero luego me digo que quizás solo necesito tiempo para encontrar un equilibrio. Mientras tanto, me siento atrapada entre el placer y la duda, preguntándome si este fuego que siento es mi fuerza o mi debilidad. Sofía quedó muda, sin saber qué decir. Posiblemente no se veía a sí misma como esa persona que entienda. Desvió la atención, proponiendo preparar unos batidos fríos de frutas, y la conversación quedó en el aire. A eso de las nueve, cuando me iba a casa con intención de ducharme y cambiarme de ropa, antes de reunirme con mi hermano y mi novio en casa de este, sucedió algo que arrojaría luz a cerca de mis disquisiciones. Entré en el ascensor, pulsé el botón de la planta baja con dedo perezoso y esperé, apoyada de espaldas en la pared del fondo. El cacharro estaba un tanto oscuro y con un olor a humedad mezclado con desodorante barato que te golpeaba como un puñetazo. Contuve la respiración y nuevamente acudieron a mi mente los dos camareros del restaurante. Justo cuando iban a cerrarse las puertas, entró un tipo grandote de unos cuarenta años, con barba de pocos días y un cuerpo que alguna vez había sido de gimnasio, pero que ahora estaba más fondón que otra cosa. Iba en bermudas, con camiseta negra y una bolsa de supermercado colgando de la mano. Yo llevaba unos leggins blancos tan ajustados que se ...
... me marcaba hasta el último pliegue, y el pelo recogido en una coleta deshecha que me caía por la espalda. Nos miramos un segundo y nos saludamos con ese hola seco y automático propio de desconocidos. El trasto comenzó a moverse. Ninguno decía nada, solo se escuchaba un leve chirrido, el roce de la bolsa de plástico del tipo y el mínimo crujir de mis leggins, cada vez que cambiaba el peso de mi cuerpo de una pierna a otra. Pero entonces, entre la novena y octava planta, el trasto dio un sacudón brusco, las luces parpadearon como en un mal sueño y se paró en seco. —¡Me cago en la puta que lo parió! —solté con mala leche, sospechando que el tipo había pulsado el botón de emergencia con la espalda, pero midiendo mis palabras por si me equivocaba. —Hay que joderse con el trasto este —dijo el tipo al tiempo que soltaba la bolsa en el suelo—. Parece que vuelve a fallar y ya es una de tantas. Creo que esta vez nos hemos quedado bien enculados —añadió con una media sonrisa que me sonó más caliente de lo esperado en un momento así. Le miré de reojo, fijándome en cómo las bermudas le marcaban un bulto entre las piernas que no estaba nada mal para un tipo con pinta de vago. —Pues sí que estamos bien jodidos —respondí, cruzándome de brazos y apoyándome en la pared del ascensor, movimiento que hizo que mis tetas se apretaran contra la blusa como si quisieran escaparse. El tipo no disimuló: me clavó los ojos en el escote como si fuera el mapa del tesoro. —Al menos no ...