1. El secreto de mi vecina Patricia


    Fecha: 04/05/2018, Categorías: Hetero Autor: Gabriel B, Fuente: CuentoRelatos

    ... Acababa de eyacular en la cara de Patricia, la mamá de Tomy, un pibe del barrio al que solo me acerqué para poder ver de cerca a su mamá cada vez que iba a buscarlo para jugar al fútbol. Me acababa de hacer una felatio, y esto recién empezaba. Miré la hora. Sólo habían pasado veinte minutos desde que entré a esa habitación. Patricia volvió al cuarto. Ya no se veía seria, ni molesta, al contrario, parecía estar disfrutando de mi compañía. — Así que sos virgen. — Comentó, mientras se subía a la cama. — ¿Cómo sabes? — Yo me doy cuenta de esas cosas. Pasaron tantos tipos por acá, que ya sé cómo identificar a un virgen, a un putañero, a un puto reprimido, a un impotente… — dirigió su mirada a mi sexo. — ¿no te limpiaste? No me había dado cuenta. Mi sexo estaba arrugado, y todavía salía un hilo de semen de él. — Perdón… — A ver…— Patricia agarró dos pedazos de rollo de cocina, que estaba sobre la mesita de luz, sostuvo mi sexo con una mano, y con la otra, me frotó con el papel para secar los restos de semen. Mientras hacía esto, el pene iba engordando, y se movía sólo, como una babosa. Enseguida se endureció. — Mmm, mirá como está esta pija. — dijo ella, admirada. — se nota que sos un pendejo, recién acabaste y ya la tenés dura de nuevo. Espero que esta vez dures un poco más. — Sí, te lo prometo. — dije. Ella abrió un paquete de preservativos con los dientes, sacó el condón, lo puso sobre mi glande, y a medida que iba desenrollándolo, me mamaba la verga. — ¿Cómo querés que me ...
    ... ponga? — me dijo, luego. — Vení arriba mío. Te quiero coger ya mismo. — La agarré del brazo, y tiré con brusquedad hacía mí. Sentí que en mi interior se despertaba una faceta salvaje que no conocía. — te quiero coger, puta. — le dije. Ella ni se inmutó ante el insulto. Yo moví mi palanca, para que quede a cuarenta y cinco grados. Patricia apoyó sus manos en mi tórax, y poniéndose en cuclillas, flexionó las piernas, para acercar su sexo a la lanza que estaba abajo, impaciente por clavarse en ella. Ella tenía abundante gel lubricante en su sexo, por lo que mi verga se resbaló adentro suyo con una facilidad impresionante. De una sola estocada, se la había metido entera. Patricia gimió, sin embargo, yo no sentía casi nada, salvo el gel, que provocaba un frío excitante que traspasaba el preservativo, la fricción entre nuestros sexos era apenas perceptible. Siempre me enorgullecí de tener un sexo largo y grueso, pero el diámetro de su sexo era mayor que mi grosor. Ella controlaba la situación. Con movimientos pélvicos, se hamacaba de un lado a otro, y con sus piernas, las cuales flexionaba o erguía, se metía mi sexo adentro. A pesar de no sentir gran cosa en mi miembro, yo disfrutaba de chuparle las tetas y de acariciarle el culo. En un momento llegué a su ano, descubriendo que también estaba lubricado, y perdí un dedo en él. — ¿Te gusta? — me preguntó. Acercó su rostro al mío, y me lamió la cara, como una perra. — Me encanta. — le dije. — pero quiero hacerte el culo. Tu conchita es muy ...
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