Mi secretaria
Fecha: 24/05/2018,
Categorías:
Control mental,
Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos
... palabras se clavaron en mí como cuchillos, mientras comprobaba asustado como mi pene reaccionó a aquel insulto con una casi inmediata erección. Aunque intenté rebelarme con todas mis fuerzas, entré en la casa como un cordero que sabe perfectamente que la puerta que cruza le conduce hasta el matadero. Escuché como la puerta se cerraba detrás de mí cuando súbitamente me di cuenta de que el suelo ascendía vertiginosamente hacia mi cara. Tumbado en el suelo comprobé que me habían empujado sin miramientos. - A partir de este momento, solo te pondrás de pie en mi presencia cuando yo te dé permiso, ¿entendido? Aquella mujer estaba loca. Cerré mis ojos y comencé a desear con fuerza: esto no me está ocurriendo, esto no me está ocurriendo... Un fuerte dolor sacudió mi costado, obligándome a arquearme sobre mi mismo, cuando ella me golpeó con su pié. - ¿Es que no me has oído? - Ssssi, ssi. - Te he dicho que solo te pondrás de pié cuando te dé mi permiso. ¿Entendido? - Sí. No quería que volviera a golpearme, así que decidí seguirle la corriente. - Muy bien, no te muevas de aquí. tengo algo que hacer. Y me dejó tendido en el suelo, con un enorme dolor en el costado, y llorando como un niño pequeño. Pero nada de aquello me preocupaba más que el que mi pene estuviera en continua erección desde que ella me había abierto la puerta. Al cabo de unos minutos escuché el sonido de sus tacones contra el suelo. Entreabrí los ojos para mirar como se sentaba en el sillón que había en medio de la ...
... habitación. Llevaba una cadena en la mano. Siguiendola con la mirada comprobé estupefacto que terminaba en un collar que se encontraba alrededor del cuello de un hombre semidesnudo. Apenas llevaba unas tiras de cuero sobre el cuerpo, similares a las de ella, y un par de tiras más alrededor de las piernas. Estaba arrodillado, casi como si estuviera a cuatro patas. Aparte de eso, la única peculiaridad que podía observar en él era que su pene estaba tan erecto como un cuchillo de cocina dispuesto a trinchar un pavo. - ¿No saluda a nuestro invitado, señor Diez? Laura no se dirigía a mí, sino al hombre que tenía a su lado, atado con una correa como si fuera un perro. - Hola - fue la escueta respuesta del hombre ¿Diez? ¿Había dicho señor Diez? ¿Mi predecesor? Se suponía que ese hombre se había visto afectado por el estrés y se había ido de viaje. Ella debió de ver la estupefacción en mi rostro, y con la misma eficacia que me leía el pensamiento cuando estábamos trabajando, lo hizo también en esta ocasión. - Sí. Es el señor Diez. Y aquellos de la esquina son sus otros predecesores. Miré hacia donde me había señalado. Acurrucados, a cuatro patas, desnudos excepto por las tiras de cuero como las del señor Diez, habían tres hombres más. No reconocí sus rostros, pero sí que reconocí la erección que todos tenían. Al parecer todos los hombres en aquella casa tenían... teníamos la misma capacidad de permanecer en erección durante largo tiempo. - Tengo los zapatos sucios. ¿No te apetece ...