1. Juana, la princesita de papá


    Fecha: 02/06/2018, Categorías: Incesto Autor: kiko, Fuente: CuentoRelatos

    Juana tenía 20 años, era delgadita, morena. Su cabello castaño le llegaba a la cintura. Tenía ojos negros, tetas pequeñas, y medía sobre un metro setenta. Siempre había tenido todo lo que quiso. Desde su casita de muñecas en una habitación de la mansión en que vivía, al GTA Spano que le pidiera a su padre al cumplir los veinte años. Era la princesita de papá, y lo era porque su madre los abandonara cuando era una niña y su padre se había volcado en ella. Si Juana era la princesita de papa, Rebeca, la abuela de Juana, era el dolor de cabeza de su hijo. Rebeca era una mujer de sesenta años, rubia teñida, que con el botox y la cirugía estética aparentaba treinta y pocos, era la clásica narcisista. Vestía provocativamente. Pasaba mucho tiempo delante del espejo. Se creía más guapa que cualquier otra mujer. Compraba ropas de marca. Le encantaba ser fotografiada y ser el centro de atención. 12 de la noche de un día cualquiera. Juana, la princesita de papá, no podía dormir, a la mañana siguiente se iba un fin de semana a un parador con unas amigas y estaba nerviosa. En bata de casa fue a la cocina a echar un vaso de leche. Al pasar por delante de la puerta del despacho de su padre vio que la luz estaba encendida. Como la puerta estaba entornada, entró en la habitación. Ismael, un hombre de cuarenta años, alto, moreno y bien parecido, estaba frente al ordenador con los cascos puestos. Juana vio que estaba mirando como una jovencita morena se hacía una paja. Llegó en el momento en ...
    ... que la jovencita se corría y vio como de la verga de su padre comenzaba a salir leche mientras él gemía. Se dio la vuelta. Ya no fue a buscar el vaso de leche. Regresó a su habitación. Lo malo fue que si antes no podía dormir, ahora, menos. Dio vueltas y vueltas en la cama, hasta que una mano, sin querer, queriendo, se metió dentro de sus bragas, y después sí, después de correrse, se quedó dormida. 8 de la mañana de un día cualquiera. Ismael, en batín, y Rebeca, en bata de casa, estaban desayunando en la cocina. Dijo ella: -Hoy hace dos meses y medio que me hice la reconstrucción vaginal, un mes que arreglé las tetas y un día que me blanqueé el ojete. -¡Mamá, que estoy comiendo! -¿Y de qué estoy hablando yo más que de cosas de comer? -De comer tus amigos, no yo. -No sé a quién darle el premio gordo. -¿Qué premio? -Mi chocho nuevo. Tengo un chocho estrechito, si a eso le añades unas tetas duras, un culo duro, un ojete blanquito y un vientre plano, te sale un bomboncito -¿Intentas seducirme, mamá? -No, pero me gustaría que me dieses tu opinión sobre mi cuerpo. -Se te ve bien. Rebeca se levantó, abrió la bata y le enseñó a su hijo su cuerpo, que tenía unas grandes y puntiagudas tetas con areolas negras y grandes pezones, un vientre plano y un coño totalmente depilado. -Toca mis tetas y dame tu opinión. -Tápate, mamá, anda, tápate. No hay peor cosa para una mujer narcisista que le desprecien algo de su cuerpo, y Ismael ya debía saberlo. Rebeca se acercó a él, le puso las tetas ...
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