Heil mama (Cap. 2)
Fecha: 12/06/2018,
Categorías:
Incesto
Sexo con Maduras
Autor: DocJoliday, Fuente: CuentoRelatos
... abordado a la cubana el día anterior, no muy lejos del callejón donde ocurrió todo. Nos acomodamos en la parte trasera, con la puerta lateral abierta, turnándonos para vigilar la calle. Pasaron varias negras, sudamericanas de rasgos indígenas, moras con pañuelos en la cabeza y unas cuantas gitanas, pero ni rastro de nuestra presa. A lo mejor la habíamos asustado tanto que no quería salir de casa. Al cabo de unas horas, estábamos tan aburridos que Chechu casi se queda dormido en el colchón. —Joder, qué coñazo —se quejó Román, a quien no le gustaba estarse quieto durante mucho rato —. Vamos a tener que beber algo. —Ya te digo —dijo Chechu, que salió de su letargo al oír hablar de bebida. Lo echamos a suertes y me tocó a mí ir al 24 horas a por unas litronas. Cómo no, el establecimiento pertenecía a una familia de chinos, que lo mantenían abierto día y noche. Por la tarde, solía estar detrás del mostrador una mujercilla que mediría poco más de metro y medio. No era fácil calcular la edad de las asiáticas, pero aquella debía tener más de cuarenta. Cuando entrábamos los cuatro se ponía muy seria y nos despachaba tan rápido como podía, pero cuando entraba yo solo sonreía y era bastante amable, cosa que me gustaba, pues aunque nunca se lo había ducho a nadie tenía cierta debilidad por las asiáticas. De hecho, mi actriz porno favorita en esa época era Asia Carrera. Cogí un par de litronas de la nevera y las puse en el mostrador. Ella sonrió y sacó una bolsa de plástico mientras yo ...
... ponía un billete de mil pelas cerca de la caja registradora. No se parecía en nada a Asia Carrera. Tenía el pelo corto y muy rizado, algo poco común en las asiáticas, una pequeña boca de labios carnosos, nariz chata, con algunas pecas, y unas grandes gafas de cristales gruesos que le daban un simpático aire de lechuza. Por supuesto tenía los ojos rasgados, pero las lentes impedían adivinar su tamaño. Era menuda y delgada, de tetas diminutas, pero contra todo pronóstico tenía un estupendo culo con forma de cebolla (de cebolla china, que son más pequeñas y jugosas). A veces le pedía algo de los estantes que tenía detrás solo para que se levantase y echar un vistazo a esas nalgas redondeadas. —Oye, ¿cómo te llamas? —pregunté cuando me dio las vueltas. —¿Eh? ¿Qué? —¿Que cómo te llamas? —repetí, separando bien las palabras. Sabía que entendía el español y lo hablaba un poco, pero había que ponérselo fácil —. Vengo mucho por aquí y ni siquiera se tu nombre. Yo soy Paco, por cierto. La china se me quedó mirando extrañada, miró a su alrededor muy deprisa, lo cual realzó su parecido con una lechuza. A mí me seguía pareciendo una monada. Le sonreí e intenté no poner mis “ojos de loco” para no asustarla. Follarme a una madurita estaba en mi lista desde hacía tiempo, y también a una asiática. Si me lo montaba bien podía matar dos pájaros de un tiro. —Eh... Mari. Yo Mari —dijo por fin, con su voz suave y aguda. Y por supuesto con mucho acento. —¿Mari? ¿En serio? —No mi nombre de verdad. Más ...