Heil mama (Cap. 2)
Fecha: 12/06/2018,
Categorías:
Incesto
Sexo con Maduras
Autor: DocJoliday, Fuente: CuentoRelatos
... fácil para gente aquí —explicó. —Ah, claro. Me apoyé en el mostrador y le sonreí. Ella también lo hizo, bajando la mirada. No parecía asustada, pero desde luego era muy tímida. Me pregunté si realmente conseguiría ligármela o si estaba perdiendo el tiempo. Los “charlies”, como los llamábamos nosotros, eran muy suyos, y solo se relacionaban con gente de su raza. Yo no conocía a ningún tío del barrio que hubiese salido con una china, y los que se habían follado a una lo habían hecho en algún puticlub de la ciudad, donde había más variedad. —¿Y cuál es tu nombre de verdad? Seguro que no es tan difícil de decir. Tras una breve pausa y una risita dijo un nombre chino que no escribiré porque no tengo ni puta idea de cómo se escribe. Desde luego no se parecía en nada a “Mari”. Asentí como si lo hubiese entendido y me incliné un poco más hacia ella. Olía muy bien. —Es muy bonito. Oye... ¿A qué hora terminas aquí? En ese momento dejó de sonreír. Fingió que no había escuchado mi pregunta y, sin mirarme, hizo un gesto con la mano hacia mis litronas. —¿Tu quiere algo más? —preguntó. Le tembló un poco la voz y se mordió el labio, nerviosa. Yo no dejé de mirarla fijamente, sin preocuparme de que saliesen a relucir mis ojos de loco. Pensé que estaría casada y le daba miedo ponerle los cuernos a su marido, o algo así. En ese momento, estaba convencido de que yo le gustaba. Solo hablar con ella me había puesto a cien, estaba estresado y necesitaba desfogarme, así que no iba a rendirme tan ...
... fácilmente. —Sí, ahora que me acuerdo. También quiero una bolsa de pan de molde. —Ahí... al fondo —dijo, señalando a uno de los pasillos abarrotados de comestibles. Fingí que buscaba el pan y me asomé hacia el mostrador. —No lo encuentro. ¿Puedes venir? La china Mari soltó un suspiro casi inaudible y se levantó de su asiento. Me aparté lo justo para que pudiese entrar en el pasillo. Llevaba una camiseta de manga corta con grandes flores rosas estampadas y unos pantalones de chándal blancos. No eran muy ajustados pero marcaban a la perfección las curvas de su apetitoso trasero. Me pregunté si sería mestiza, porque nunca había visto a una china con un culo como ese. Cogió el pan de molde, y cuando giró se encontró conmigo cortándole el paso. Intentó flanquearme pero me bastó con inclinarme hacia los lados para frustrar su huida. Estaba en un callejón sin salida. Era tan bajita que su cabeza apenas me llegaba a la altura del pecho, y la levantó para mirarme con cara de lechuza asustada. Sin mediar palabra, la agarré por la cintura con una sola mano y la levanté del suelo, agarré una de sus nalgas con la otra mano e intenté meterle la lengua en la boca. El pan de molde cayó al suelo, ella apartó la cara bruscamente y comenzó a golpearme el pecho y los hombros con las manos. Apenas notaba sus golpes. —¡No! ¡Quita! ¡Tú suelta! —gritó. Su voz se volvió aún más aguda. —Venga, joder... Si te mueres de ganas —le susurré tan cerca de la oreja como me permitía su incesante cabeceo. —¡No! ...