1. Historia del chip 017 - En la consulta - Irma 004


    Fecha: 18/06/2018, Categorías: Grandes Relatos, Lesbianas Autor: chopin, Fuente: CuentoRelatos

    Irma esperó a su terapeuta leyendo una revista. Desnuda salvo los tacones. Hacía casi un año que había empezado a ponérselos de manera habitual, pero sólo tres meses que los llevaba en terapia. Le hacían sentir más desnuda. Se le había explicado que esa era la intención. Cuando oyó como entraba la doctora, se puso de pie para recibirla y se dieron un abrazo. Irma ya estaba acostumbrada a esa situación. Ella desnuda y su acompañante completamente vestida. Pero en la consulta era el único lugar que tenía la vagina libre de obstáculos, el clítoris al descubierto. Sentía los labios vaginales estremecerse. La fragilidad hacia mella en su espíritu. El contacto con su amiga era reconfortante. No la consideraba una persona ajena, una profesional distante. Era su mejor camarada, su confidente y su guía. Y, si se hubiera atrevido, se hubiera ofrecido. Como hacía con Galatea. Sabía que su unión no era posible. No sólo por la relación médico-paciente. Su terapeuta era estricta y profesional. —Y bien... Irma ¿Cómo te sientes hoy? —Muy bien, Miss Iron. Me encanta estar aquí, le gusto a mi amante y espero que a usted también le guste hablar conmigo y apreciar mi cuerpo— replicó Irma. —Claro que sí, Irma. Tienes un cuerpo excelso. Cuéntame un poco de tus últimas aventuras con Galatea. —No hay mucho que contar. Nuestra unión se basa en mi obediencia y la estricta disciplina que se me aplica. Gracias a sus consejos puedo mantener una relación sin enfermar y ... estar seca entre las piernas o ...
    ... al menos humedecerme en demasía. Titubeó un poco antes de decir la última frase. —No debes sentir vergüenza por ello, sino orgullo. ¿No es mejor disfrutar del sexo que la vida te da antes de centrarte en lo que no puedes conseguir? — preguntó Miss Iron. —Tiene razón, Miss Iron. Es que todavía me resulta admitirlo delante de otra persona. —Cuánto antes olvides lo que hay entre tus piernas, antes disfrutarás del resto de tu cuerpo. ¿Qué hay de las nuevas exigencias de tu ama? — preguntó la terapeuta sonriendo. Las nuevas reglas eran sencillas. Hasta entonces, -si obtenía permiso-, había podido tocarse. Y Galatea se lo había concedido con asiduidad. Irma llegaba a casa y en cuanto se acostaba, comenzaba a acariciarse los pechos, los muslos o cualquier lugar de su cuerpo, salvo entre las piernas. Pero ya no volvería a ser igual. Nunca más se tocaría los pechos o los pezones. Eso ya era un derecho exclusivo de su ama. O los muslos o las nalgas. Unido a la limitación que le impedía refugiarse en su vagina le quedaban pocos lugares dónde confortarse. Si obtenía el beneplácito, podía estimularse por encima de los pechos o por debajo de las rodillas, lo que implicaba más deseo de estar con Galatea. Siempre llevaba tacones altos salvo un día a la semana para impedir que los músculos de las piernas se acortasen. Una sonrisa sensual y melódica debía aparecer con regularidad, mostrando su invitación a ser contemplada y admirada. Cualquier fallo se anotaba en su diario web y posteriormente ...
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