1. La mili


    Fecha: 19/06/2018, Categorías: Gays Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos

    ... que en este momento no me llega toda la tarde. - - ¡Coño para el salido gallego! Aún no empezamos y ya siente morriña. Sois la hostia. - - ¡Joder! –asentí avergonzado-. Es que ya la estoy gozando. - - ¡Ya lo veo, cabrón! –dijo palpándome el paquete- Eres muy guapo, ¿sabes? Eres la hostia de guapo. - - ¡Tú sí que estás bueno! - - Me gusta la gente guapa; pero me gusta más la gente guapa que se ama (yo lo miré con cara de alucinado). Me refiero a los que se cuidan. Y tú te cuidas –dijo acariciando mis bíceps. - - Creo que ninguno de los dos nos podemos quejar. - - Eso será lo que no haremos: quejarnos. Y ahí volvieron nuestros labios a fundirse en un beso tórrido y húmedo que señalaba los grados de nuestra pasión. Su lengua se enroscaba en la mía, la perseguía para atraparla y volverla a abrazar, para después dejar el turno a nuestros labios que se besaban con gula mordisqueándose levemente. Las caricias comenzaron a homenajear nuestros cuerpos que luchaban por abandonarse al placer. Cambié la posición para situarnos frente a frente y que fuese la pasión de nuestras caricias el amarre de nuestro precario equilibrio. Nuestras pollas rugían con su dureza. Sabían del ardor que se estaba cocinando, y el aroma del sexo las hizo entrar en un delicioso vaivén que marcaba el ritmo a nuestros besos y magreos. Era delicioso sentir como incluso oculto tras aquella camisa su cuerpo seguía marcando su glorioso empaque. Deslizar la mano por aquella pujanza era darse de bruces con la ...
    ... virilidad rotunda que aparece en nuestros sueños más húmedos. Aunque yo había ido al gimnasio y presumía de cierta carnosidad, seguía habiendo en mi una suavidad que evitaba las inserciones bruscas y marcadas; en él, el concierto era otro. No era una musculatura exagerada, de esa que por su desmesura, termina perdiendo la perfección por el camino. Su estilo hacía que cada parte de su cuerpo estuviese perfectamente delimitada, sin que se llegara a confundir con otras vecinas, sumando tan solo su singular gallardía a la del conjunto. Esa cualidad hacía que no fuese necesario desnudarlo para tener una idea certera del tesoro que se guardaba entre esos paños. Para los ojos avariciosos de un maricón como yo, él estaba siempre en cueros. Sospecho que era todo lo que llevábamos. Desde que lo vi, lo deseé; desde que me vio, me deseó. Esa combinación sólo puede hacer fuego. Menos es nada. Y desde ese calor, continuó nuestro encuentro. La sensación que recuerdo era como la de subir a una montaña rusa. Primero esperas en la cola, deseas que la puñetera avance de una puta vez; una vez que te sientas en el coche, tu adrenalina comienza a multiplicarse y a viajar por tu cuerpo; y no tanto por lo que vives, sino por lo que se anuncia en ese horizonte, al que te aproximas a una velocidad moderada subiendo una inclinada pendiente que te lleva a un clímax del que no bajas en todo el viaje. Pues así fue aquella tarde. En esos primeros minutos caminábamos lentamente por la pendiente, después nos ...
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