Secretos sucios de una mucama
Fecha: 15/07/2018,
Categorías:
Confesiones
Autor: ámbar coneja, Fuente: CuentoRelatos
... Pensé en mi hija y y en todas las deudas que me acorralaban. Opté por continuar. El mocoso estaba en slip frente a la compu viendo una porno, subiendo y bajando con su mano por su pene erecto y con la boca abierta. ¡Marta, me pasás los forros del tercer cajón?, no sabés si llegó Sol del colegio?!, dijo sin detener su accionar. ¡no caballerito, aún no llegó!, dije mientras le daba la cajita que encontré, y me dispuse a doblarle unas 17 remeras. Vi cómo se puso un forro, oí que subió el volumen de la película y que también aumentó el ritmo de su paja entre pequeños gemidos. No pensé jamás que un pendejo de guita pudiera ser tan cochino, irrespetuoso y tan bien dotado. Ese pene medía seguro unos 20 centímetros, y era bastante grueso. Ser testigo de semejante espectáculo me dio menos pudor que el de su hermana. Justo cuando salía de su cuarto con sus sábanas sucias lo vi sacarse el calzoncillo y apretarse la pija aún más. Gracias a que no lo vi acabar esa noche soñé que me lo re garchaba. El viernes llegó sin otro episodio, y a la hora de mi despedida le dije a Viviana lo que viví. ¡bueno bueno Martita, vos quedate tranqui, y no te preocupes por nada. Ahora sabés que Pablito se pajea seguido, y que Male tiene mucho amor para dar, a nenes y a nenas! Se rió con entusiasmo, prendió un abano y me dio el dinero. Después agregó: ¡aaah, otra cosita, si en algún momento tenés que participar vas a cobrar el doble… pero, de esto ni una palabra a nadie, sí?! Volví al lunes siguiente, y ...
... por la siesta tuve que limpiar el estudio del señor Guillermo, que es arquitecto. Me anuncié, y él me presentó a una chica de unos 25 años que poco a poco se quedaba en ropa interior. ¡por favor Marta, preparanos dos cafés y hacé lo que haya que hacer, que no nos molesta que estés!, dijo ese hombre, con sus cuarenta y pico, sus ojos verdes, su figura atlética y su vos grave mientras ella le bailaba, y él se bajaba el jean. El corazón se me agolpaba en las muñecas, al punto que no podía manipular la cafetera, mientras veía cómo ella fregaba sus senos en el bulto de mi jefe, cómo luego hacía lo mismo con su rostro y, que pronto su boca colorada succionaba esa pija con ardorosa pasión. Guillermo sostenía el equilibrio de pie sobre el escritorio, ella daba señales de tener una garganta estrechita y yo empezaba a calentarme como una pendeja. Después repasé bibliotecas, archivos, ventanas y limpié los sillones, pero sin dejar de relojear a Guillermo y a la chica. La vi con el corpiño con semen, luego me atormentó escuchar el ritmo de la cabalgada que ella le dio en su silla predilecta, gemidora y al parecer con uñas filosas. Mi jefe también tenía una poronga envidiable. A él tampoco lo vi acabar. Me fui por un llamado de Viviana en la cocina. Cuando me preguntó: ¡¿por lo menos la atorranta que está con mi marido huele bien?!, creí que había problemas. Pero enseguida explicó sonriente: ¡nosotros somos así, nos gusta tener relaciones, saber que el otro lo sabe y compartirnos todo! Me ...