Coincidencias
Fecha: 04/10/2017,
Categorías:
Sexo con Maduras
Autor: XAVIA, Fuente: CuentoRelatos
-Los del ático se han separado. Mi madre, como de costumbre, era la fuente informativa de la comunidad. No se le escapaba nada. Que si el del cuarto se había roto un pie jugando a fútbol, que si el del segundo había tenido humedades, que si la madre de no sé quién estaba ingresada, que si la tienda de la esquina había cambiado de dueños. Tanto mi hermana como yo estábamos en la universidad, mientras mi padre dirigía una oficina bancaria en un pueblo vecino, así que no solíamos enterarnos de los cuchicheos del barrio. Mi madre, en cambio, ama de casa desde hacía más de una década cuando traspasó la peluquería que regentaba, lo sabía todo. Voluntariamente, además. Estábamos sentados a la mesa los cuatro, cenando, cita ineludible para todos los miembros de la familia impuesta por mi madre años atrás. Durante esa media hora larga, ella solía ponernos al día de cualquier novedad que considerara de interés, amén de interrogarnos por nuestro devenir diario, amigos, compañeros de trabajo en el caso de mi padre, etc. -¿Sabes qué ha pasado? –preguntó mi hermana que también compartía con su progenitora la misma debilidad por los cotilleos ajenos, así que solía escucharla ávida, mientras mi padre y yo nos lo decíamos todo con la mirada. ¿A mí qué más me da? -La verdad es que no. He intentado hablar con Maite pero no he logrado sacarle mucho. Esta frase define perfectamente a mi madre. No un pensamiento del tipo he ido a hablar con ella para ayudarla o animarla, por ejemplo. No. He ...
... subido a sacarle información. Conocer los detalles, saberlo todo, era mucho más importante que ofrecer ayuda. No entiendo cómo no te hiciste periodista, con lo que te gustan los cotilleos serías la reina de los programas de marujas de la tele, le he dicho más de una vez. Su respuesta, airada, es que uno tiene que saber dónde vive y a qué atenerse. Como era habitual en mí cuando el tema no me interesaba, desconecté, hasta que entablé una conversación de fútbol con mi padre, pues es forofo a niveles enfermizos. No llevábamos ni cinco minutos charlando cuando mi hermana se quejó, ¡ya estáis con el peñazo del fútbol, qué pesados! -¡Coño! ¿Y vosotras? –reaccioné. Mi padre era incapaz de levantar la voz en presencia de mi madre. Curioso en un profesional que dirigía una oficina grande de un banco importante con catorce personas bajo su mando. Pasaron un par de semanas sin que hubiera grandes novedades. Al parecer, Miguel se había marchado de casa dejando a la mujer y al hijo de ambos, de unos diez años. Mi madre trinaba porque no conocía las razones, cuernos, seguro, afirmaba, aunque al hombre no lo veía capaz. Tampoco a ella, pues es un trozo de pan. Mi percepción de la familia era similar. Miguel siempre me había parecido un tipo gris. Educado y agradable, pero sin ningún tipo de carisma. Desconozco en qué trabajaba pero me recordaba a algún oficinista de los que mi padre se queja que le mandan de Central para cubrir vacaciones y vacantes. Maite era, es, una administrativa de ...