1. Coincidencias


    Fecha: 04/10/2017, Categorías: Sexo con Maduras Autor: XAVIA, Fuente: CuentoRelatos

    ... mientras su madre se mantenía en un segundo plano. Aquel martes por la tarde cumplí una promesa que había hecho el domingo comiendo. En el entrenamiento del lunes, había comprado una camiseta de mi equipo en talla infantil, así que a media tarde, cuando supuse que ya habrían llegado a casa, subí los dos pisos que nos separaban para regalársela a Iván. -Gracias, no debías haberlo hecho, pero hoy está con su padre –me atendió Maite desde el quicio de la puerta. El mismo vestido informal cubría su cuerpo, la misma cola de caballo, la misma sonrisa triste. –Pero qué mal educada soy. Pasa por favor –me invitó haciéndose a un lado. -No, no hace falta, no quiero molestar. -No es molestia. ¿Te traigo un refresco o una cerveza? –preguntó dándome la espalda y enfilando hacia el interior del piso. Me tendió la cerveza en el comedor, invitándome a sentarme en el sofá. –No sabes lo contento que está Iván. Lleva dos días que no habla de otra cosa. Ella también se había abierto una cerveza. Sentados uno al lado del otro, charlamos amistosamente con Iván como protagonista principal. Era un buen crío y la mujer se sentía orgullosa de él. Involuntariamente, cambié de tema. Después de media hora alabando al hijo, percibí que la mujer también necesitaba reforzar un poco su autoestima, pero creo que no utilicé las palabras adecuadas. -Algún mérito tendrá la madre si el niño crece tan listo y decidido. –Sonrió suavemente, esbozando un gracias, pero la cagué al continuar. –No debe ser fácil, en ...
    ... vuestras circunstancias. Su semblante se ensombreció. Mi nulo conocimiento de la psicología femenina me acababa de meter en un brete. Me disculpé automáticamente, lo siento, sólo quería decir que aún tiene más mérito, pero ya estaba hecho. Los ojos de la mujer se humedecieron, aunque logró contener las lágrimas, mientras yo no sabía dónde meterme. A una amiga de mi edad, la hubiera abrazado, hubiera sabido qué decirle, pero Maite tenía veinte años más que yo. ¿Debía reaccionar igual? La mujer se levantó súbitamente, alisándose el vestido en un gesto más nervioso que práctico, con lo que comprendí que me estaba invitando a marchar. La imité, despidiéndome, tomando el camino hacia la salida, mientras me agradecía de nuevo el regalo, Iván se pondrá muy contento. Abrí la puerta, pero no llegué a cruzarla. Me giré para disculparme por última vez, cuando las primeras lágrimas comenzaban a brotar. Instintivamente la abracé. Al principio me recibió tensa, sorprendida, hasta que relajó la columna y se dejó consolar. Estuvo llorando varios minutos en mi regazo mientras yo permanecía callado, dejando que liberara su necesidad. Paulatinamente se fue calmando, soltándose de mi abrazo, disculpándose, pero no la abandoné. Cuando la noté recompuesta la conminé a pasar al baño a lavarse la cara mientras yo le preparaba cualquier cosa, ¿una infusión, otra cerveza, un vaso de agua? Apareció detrás de mí, en la cocina, a los pocos minutos, disculpándose de nuevo, te habré parecida una tonta, claro ...
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