1. La madre de mi amiga me azotó su padre me penetró


    Fecha: 16/11/2018, Categorías: Sexo con Maduras Autor: Margaryt, Fuente: CuentoRelatos

    ... verde turquesa bien agarrada por la parte del talón. Con la otra mano me agarró por la nuca haciendo que agachara la cabeza para no ver el castigo. Con total entrega yo tenía la vista fija en la loseta rústica que había bajo mi cara, miraba su dibujo veteado para no pensar en lo que estaba dejando que me hiciera Laura… ¡De pronto sentí como si mi culo "estallara"!, tras recibir el primer golpe de la chancla; ¡la muy burra me dio en los dos cachetes a la vez!, ¡muy fuerte!, sonó como un trueno, por el duro choque entre la fuerte goma del calzado y la también dureza de mis carnes prietas… Sentí otro azote igual de fuerte, me dolió mucho, el culo me ardía. Laura aumentó el ritmo y los golpes con la chancla se sucedían muy seguidos, ya había perdido la cuenta de los azotes que había recibido. El sonido del golpear de su chancla era constante y muy sonoro, el eco del continuo estallar de mis posaderas retumbaba en todo el jardín… el dolor en mis glúteos era "bestial", el culo me ardía. Levanté la vista un poco y pude ver cómo junto a Beatriz, a unos veinte metros de distancia; ¡a más de cinco personas contemplando el espectáculo! Pude ver que entre ellos estaba el padre de Beatriz y su apuesto hermano mayor, ¡qué vergüenza!, también estaba el jardinero y Érika, la criada; y una señora mayor. Laura me dio un golpecito en la cabeza para que mirara al suelo. Su chancla se estampo entonces también en el comienzo de mis muslos. De golpe y porrazo, como había comenzado, cesó el ...
    ... castigo y al cesar los golpes sentí como me palpitaba el trasero como si allí tuviera el mismísimo corazón. Me sentía como "una puta barata", azotada, humillada… ¡y sin embargo!, una sensación de calma y de felicidad, que no podría describir, me invadía haciéndome sentir solo paz. Me había gustado, me gustaba sentir el dolor del castigo, la intensa excitación hacía que mi vagina se contrajera y abriera repetidas veces y mi ano siguiera abierto, ¡de par en par! Noté como el flujo de mi sexo bajaba por la parte interna de mis muslos como petróleo que brotara tras "la perforación" de la chancla... me sentía feliz. Me dijo Laura con tono de satisfacción: —No te levantes, ni abras la boca, que; como veo que tu chochito se ha empapado; "te lo voy a rematar Margarita". Ella se puso detrás de mí, de rodillas también, acercó su boca a mi sexo y me lo chupó como una loba, mordiéndome los cachetes de vez en cuando (las marcas de sus dientes, junto con las del dibujo de la suela de la chancla, me duraron, ¡más de un mes!). La carne dolorida de mis cachetes se estremecía al sentir como me clavaba sus dientes... me corrí en su boca, intensamente y con contracciones, liberé mi tensión. Al poco llegó la criada, Érika, con una bandeja de plata, que contenía dos zumos de naranja y una caja de madera de unos 25x15 cm. Érika entregó una copa de zumo a Laura y me dijo: —Señorita, ¿desea usted un zumo de naranja? — Le respondí algo maleducada, ¡la juventud!, supongo: —No quiero nada, llévatelo chica — ...
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