1. El cuarto prohibido de mamá - 05


    Fecha: 25/04/2024, Categorías: Incesto Autor: Barbara Lopez Rucci, Fuente: TodoRelatos

    ... hacía menos de una hora había eyaculado en ella. Normalmente, cada tres días dejaba la prenda en el cesto y tomaba una nueva, pues el aroma a semen viejo ocultaba el aroma a la vagina de Beatriz.
    
    El canasto estaba vacío, Beatriz lo había llevado hasta el lavarropas que estaba bajo la esquina de la mesada en la cocina. Antes de añadir al interior la prenda que Julián alcanzó, Beatriz la estiró con una mueca algo asqueada, al notar que algo del pegajoso liquido se había quedado en uno de sus dedos.
    
    —¿No puedes usar un pañuelo para limpiarte?
    
    Podía, pero prefería limpiarse con aquello que su madre luego podría sobre su sexo.
    
    —Me dejaras sin nada… —se quejó Julián, pues no había tomado otra prenda que reemplazara a la que comenzaba a ser lavada.
    
    Beatriz suspiró con las manos sobre las caderas. Hizo girar los ojos en las orbitas y, de forma inesperada levantó el camisón. Tomó por los elásticos la bombacha que tenía puesta y casi sin dar tiempo a que Julián vea mucho, se la quitó y la lanzó sobre la mesa.
    
    —Ten.
    
    Julián la recogió de inmediato, de forma desesperada, como un perro que atrapa la galleta en el aire. Estaba sudada, húmeda y olía como siempre a una peste que lo excitaba como ninguna otra cosa.
    
    Ahora, el camisón se pegaba a la piel de su trasero y la línea que separaba sus nalgas era tan visible como los vellos al frente. Cuando se inclinaba, algo de su intimidad podía verse por un instante. Y Julián, dominado por a lujuria, se vio impulsado a ...
    ... tomar su celular para grabarla una vez más, para regocijo de su deseo en las noches.
    
    Olfateó de nuevo la bombacha, como si le diera combustible a su perversión, y entonces golpeó el mate con el revés de su mano. El recipiente se deslizó unos centímetros por la mesa, hasta llegar al límite y caer desde allí. Rebotó, y la yerba se derramó junto al agua y la bombilla de metal.
    
    —¿Eres tonto, Julián? —preguntó Beatriz.
    
    Al inclinarse de frente, los pechos se veían por el escote. Al inclinarse de espaldas, para juntar con la pala de plástico la yerba derramada, casi todo el trasero fue captado por la cámara. La línea oscura y la vagina, en la que los vellos depilados hacía días comenzaban a asomarse, dejando atrás la irritación y el rosado. Julián deseaba masturbarse y estaba tan excitado que había mantenido la cámara encendida más tiempo del que debió, hasta que su madre alzó la mirada y lo descubrió.
    
    —¿Qué estás haciendo? —preguntó, entre sorprendida y enfadada— ¿me filmabas?
    
    Julián bajó el celular de pronto, en medio de un escalofrío. Como antaño, el ceño de su madre se frunció y los ojos parecieron escaparse de sus orbitas. No resistía esa mirada y no podía hacer otra cosa más que agachar la cabeza. Así como no pudo hacer otra cosa que entregar el celular, cuando su madre extendió la mano.
    
    Rezó en silencio. Suplicó a dios que no supiera como encontrar la galería, pues allí solo había unos pocos videos y todos eran de su madre. Ella demoraba, apenas tocaba la ...
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