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Historia del chip (042): Terapia (Kim 017)
Fecha: 04/01/2019, Categorías: Grandes Relatos, Dominación Autor: chopin, Fuente: CuentoRelatos
... razón, Kim. Todo estaba perfectamente preparado. La caja, los zapatos, la cena con mis hijos. Eres la mujer más hermosa que conozco. Y las pruebas eran extremadamente difíciles. Quiero una tregua. Nada de ultimátum. Deja que te muestre lo que siento por ti. Quiero hacer las cosas bien. Esta noche y siempre, pero no voy a saber cómo vestirte ni adónde llevarte en este estado. Kim se quedó pensativa. A punto estuvo de hacerse una pregunta. Por un momento, casi llevó la mano a la cabeza para golpearse. Sólo cuando su habitual control sobre sus manos tomó el relevo se frenó. Miró a Mariona con enormes ganas de cogerle las manos, molesta consigo misma. Giró la cabeza para asegurarse de que las pinzas siguen ahí, en la caja. Después de todo estaba abierta. Demasiado fácil. En cuanto la llevase puesta y se tocasen, su sumisión se abriría paso completamente y Mariona se escondería. Quería alguna implicación más real por su parte. Pónselo difícil se dijo. Rastreó hacia atrás. Se hizo la pregunta ¿qué había dicho Angelina? Se maldijo. Era imposible no hacerse preguntas de cuando en cuando. Ya daba igual. Dijo: A mi madre le gustan tus piernas tanto como a mí. Tenía la respuesta. Angelina se implicaría. Estaba segura. —Mariona. Yo también estoy cansada, aunque agotada sería mejor descripción. También estoy en una nube. Sabes casi mejor que yo que vivo en un cóctel de endorfinas, fantasías y amantes rigurosos. Pero hablan conmigo y me dicen qué quieren de mí. Tú hoy no lo has hecho, al ...
... menos, desde que te sentaste aquí fuera. Estoy de acuerdo contigo en que no debemos ser tan drásticas. Te sugiero que despertemos a Angelina. Que decida ella que debemos hacer. Si me debo ir a casa o a buscamos un restaurante romántico y cenamos de nuevo. Que me maquille y elija el atuendo. Hasta si debo llevar la pinza. Me da una enorme vergüenza que tus hijos sepan que debo llevarla para que me toquen. Mariona salió disparada. Volvió con una Angelina que no parecía muy dormida. ¿Les habían oído toda la noche desde sus habitaciones? Una pregunta más que no debía haber realizado. Angelina parecía preparada, como si todas las noches tuviera que vestir a una mujer desnuda en el porche de su casa. Kim casi se mordió la lengua y el cerebro para no hacer ninguna pregunta. Angelina primero se agachó para ponerle los zapatos. Suela metálica roja con un saliente trasero para evitar que el pie escapase por detrás. Un aro de cuero para el dedo gordo del pie y otro para el tobillo. Los dos se cerraban se ajustaban al milímetro gracias a un velcro resistente por el interior. El pie quedaba desnudo. Eran bien altos, algo menos que los que solía llevar pero todo el peso iría al dedo gordo. Observó el esmero que se tomaba Angelina. Esos zapatos eran para ella. Le quedaban como un guante. Si pudiera preguntar. Le adivinó el pensamiento. —No seas tonta. Llevamos semanas discutiendo qué zapatos ponerte en casa. Mi madre quería que llevaras éstos. La convencí de que aceptarías los de cristal sin ...