Eso me pasa por andar en bolas
Fecha: 29/04/2019,
Categorías:
Voyerismo
Autor: ámbar coneja, Fuente: CuentoRelatos
... el culo. No estaba tan lejos de conocer mis ganitas. Pero por la cola solo lo había hecho dos veces, y no creía estar preparada, aunque el pito del pibe no era de temer. ¡dame la verga en la colita guacho!, le solté ya sin ataduras, pero con la concha cada vez más llena de la carne del paraguayo. Renzo no tuvo compasión. Me hizo gritar en cuanto me la clavó con rudeza. El hombre me hacía callar con sus dedos presionando mi nariz, sin separarse de mis pezones encendidos. Entonces, tomé consciencia de que si el paraguayo llegaba a acabarme adentro quedaba embarazadísima, ya que yo no me cuidaba, y no se los pedía a ellos tampoco en medio de tanta calentura. Quise quitármelos de encima, pero ya era muy tarde. Justo cuando empezaba a morderle la mano con la que me tapaba la boca, el paraguayo largó como si fuese un disparo certero un torrente de semen caliente, el que sentí inundarme por completa, descender por los labios de mi concha y gotear de tanta cantidad. Estaba exhausto, acelerado, con palpitaciones y más sudado que antes, cuando trabajaba al rayo del sol impiadoso. Pero Renzo todavía conservaba su pija dura adentro de mi orto, y sus manos me estrujaban las tetas con una brutalidad que hasta me arrancó algunas lagrimitas. Me levantó de la falda de aquel hombre agotado, que de todos modos me nalgueaba con ternura, me arrodilló en la alfombra y me entretuve unos segundos lamiendo su pija cada vez más al borde de otro lechazo. Hasta que don Enrique irrumpió en el living con ...
... sus 50 años todavía en buena forma, haciéndose el enojado porque sus compañeros no acudían a sus requerimientos. En cuanto me vio se bajó el pantalón y me quitó al pibe de la boca para comprobar por él mismo que podía gozar con una lengua incansable, y una profundidad resuelta a tragarse todo lo que se le ponga adelante. Es cierto, siempre me destaqué por chupar pijas, y desde chiquita. Ya a los 18 mis amigas sabían que no podían dejarme a solas con sus novios. Era más fuerte que yo. No me resistía a ninguna pija creciendo bajo los límites de sus ropas, ávidas por conquistarme. Mientras mi boca se vinculaba con la pija olorosa y comestible del capataz, Renzo se acomodaba detrás de mí para que mi concha le santifique el pene con mis jugos mezclados con la leche del paraguayo. Otro más que no pensó en que podía fecundarme, y en solo cuatro bombazos crudos, afondo y deliciosos dejó fluir su lechita incesante en mi concha. En ese momento Enrique entrecerraba los ojos, se mordía los labios y me sostenía del pelo para garcharme la garganta con desenfreno. No pude pedirle al pibe que me acabe donde quisiera, pero afuera. Cuando vi a don Enrique oler mi bombachita con ojos de pura perversidad, lo empujé con todas mis fuerzas contra el sillón y me senté en sus piernas para que me la ponga de una en la argolla. Me sentía sucia, llena de leche y sudor compartido, violada, humillada por el jefe que me daba duro, me cacheteaba las tetas y la cara, intentaba hundirme uno o más dedos en la ...