Todo sea por ayudar a mi hermano
Fecha: 30/10/2017,
Categorías:
Incesto
Autor: Mercedes, Fuente: CuentoRelatos
... mío que era homosexual, de las páginas eróticas de Internet y así me fui aproximando tangencialmente al tema, hasta que al fin le pregunté si alguna vez había estado con una mujer y me contestó con toda tranquilidad que no. Entonces le expliqué que una amiga mía encontraba que él era un hombre muy atractivo y que puntos más puntos menos, tendría mucho gusto en estar con él esa misma noche y se la describí lo más parecida posible a la mujer del poster, que en ese momento tenía frente a mí, algo remendada después de la penetración de aquella noche, pero antes que yo terminara de hablar segura de mi éxito, Oscar, incorporándose levemente en la cama, me paralizó con la siguiente respuesta. -Tú querías que me acueste con la puta de tu amiga Gloria... Estás loca... si alguna vez me acuesto con una mujer tiene que ser una mujer inteligente, recatada y decente... se quedó un momento en silencio como buscando algo en su memoria para luego agregar... Así como tú... mientras tanto prefiero seguir corriéndome la paja. Hube de reconocer que mi hermano, tradicionalmente reservado y de pocas palabras, había sido rotundamente elocuente. De modo que lo dejé solo y me fui rápidamente a llamar por teléfono a la Gloria para decirle que nuestro asunto no corría, por enfermedad de mi hermano. Era una mentira, pero tampoco quería herir la dignidad de Gloria, que medio puta sería, pero con dignidad. La cosa no habría tenido mayor trascendencia, sino hubiese sido porque mi hermana casada regresaba ...
... del extranjero y pasó a saludarnos esa noche. Quedó francamente escandalizada de la forma que lucía Oscar, dijo que presentaba un aspecto deplorable, que parecía tener treinta años, que quizás estuviese contagiado de tuberculosis etc... etc... Y la verdad era que mi hermano parecía ánima en pena, estaba perdiendo el apetito ostensiblemente, andaba somnoliento a toda hora y sin embargo en las noches yo seguía escuchando sus sonidos guturales y el rítmico crujir de su cama. Así, una noche, preocupada por la intensidad del ruido me asomé a la ventana y pude contemplar cómo se masturbaba con particular intensidad, su miembro grueso y dilatado lucía una refulgente cabeza brillante y casi roja, en el momento mismo en que explotaba lanzando un chorro impresionante por el aire mientras Oscar con los ojos cerrados repetía con voz ronca: Mercedes... Mercedes... Las piernas me temblaron, las rodillas se me querían doblar y apenas llegué a mi cuarto me metí entera bajo las ropas de la cama y lo único que quería era dormirme pero no pude durante horas. Después de mucho meditar, recordar, aceptar y rechazar posibilidades y de tratar de decir que lo que pasaba no estaba pasando se me instaló claramente en el cerebro la única verdad posible. Ahora no era Oscar quien tenía un problema sino yo. Las cosas estaban meridianamente claras. Oscar era un hombre normal, que sabía perfectamente que la masturbación era una substitución, que no quería tener sexo con mujeres sino con una que fuese como yo y ...