Todo sea por ayudar a mi hermano
Fecha: 30/10/2017,
Categorías:
Incesto
Autor: Mercedes, Fuente: CuentoRelatos
... la única mujer que él conocía como yo era yo misma. Luego siendo sincera conmigo debí admitir que todas las noches mientras escuchaba el ruido ocasionado por sus maniobras, la imagen de su cuerpo desnudo aprisionado por el deseo me invadía y debí admitir que los dos últimos viernes mis sesiones masturbatorias habían sido pensando en esa imagen, solamente que yo no había querido admitirlo. De tal modo que los dos nos habíamos estado deseando a unos metros de distancia y yo no podía esperar que él fuera más explícito de lo que había sido y por tanto yo tenía la decisión en mi poder y yo sabía cuál era esa decisión, pero una cosa es tener la decisión y otra bien diferente es llevarla a la práctica, pero no tenía alternativa. Me acostaría con él. Sería lo mejor para todos. Lo haría el próximo viernes. ¿Pero cómo lo haría? De la manera más profesional posible. De todas mis características como persona la que yo más valoro es el profesionalismo con que realizo todas mis tareas, siempre en forma directa, concreta planificada y cubriendo todos los flancos. De modo que ese viernes, a las nueve de la noche entré en mi baño y me sumergí en la tina que había preparado con cuanta espuma y perfume caro había seleccionado. Cuando salí del agua, mi piel distribuía un aroma embriagador y una tersura que me satisfacía plenamente. Había comprado a precio exorbitante un juego de ropa íntima lo más parecida a la de las revistas de Oscar, de un color blanco radiante. Mis tetas eran tan bien ...
... modeladas por mi sujetador que yo misma me encontré excitante y mis calzones se incrustaban entre mis nalgas tal como lo prescribían los usos recomendados. El liguero perfecto sujetaba las medias más delicadas que encontré y el resto lo hizo una fina capa de maquillaje. Me miré al espejo y parecía dos cosas yegua y puta, creo que era la combinación perfecta para darle un golpe de muerte a la masturbación. Como conocía perfectamente sus rutinas, esperé pacientemente hasta la medianoche en que empezaron los ruidos rítmicos y en ese momento abandoné mi pieza y caminé lentamente por el pasillo oscuro y los pocos minutos estaba en su ventana. Estaba desnudo sobre su cama con su instrumento en la mano derecha masturbándose lenta y seguramente, como un profesional del onanismo, luego fue aumentando el ritmo, lanzó lejos la revista que mantenía ante sus ojos y poniéndose de pie caminó hasta el centro de su cuarto dirigió su miembro en estado de máxima tensión en dirección a mi cuarto y lo escuché decir claramente. -Mercedes... ven... ven... Ese era el momento preciso para entrar, y me disponía a empujar la puerta cuando me di cuenta que mi sexo latía con tal prisa que no pude moverme, estaba cautivada por la imagen de Oscar en el paroxismo de su práctica, solamente mis manos comenzaron a buscar entre mis piernas, para encontrar la suavidad húmeda de mis labios y el latir acompasado de mi tubo quemante, alternativamente me apretaba los pechos o me acariciaba las nalgas y mi cuerpo entero ...