1. ¡Mi hermana, mi mujer, ufff!


    Fecha: 10/09/2017, Categorías: Incesto Autor: Barquidas, Fuente: CuentoRelatos

    ... apretó contra mí, ronroneaba como una gatita. ¿Qué más? ¿Más? Sí quiero más. Bueno, hay partes de tu cuerpo de las que no puedo hablar con conocimiento de causa pero de lo que puedo ver me encantan tus caderas-. Mientras lo decía desplacé la mano por su cintura y bajé desde allí dibujando líneas imaginarias con todos mis dedos sobre su cadera. Ana no se movió su cuerpo estaba tibio y tranquilo. Mi mano se deslizó por debajo del cordón que unía los dos trozos de tela de la braguita de su bikini, acaricié con cuidado esa parte sin deslizarme ni un centímetro ni hacia su nalga ni hacia su pubis. Al mismo tiempo empezaba a sentir una enorme presión en mi entrepierna. Mi hermana no decía nada, sus brazos se juntaban sobre su vientre, sus manos, tensas, cubrían mi mano izquierda aún sobre su ombligo, la sostenían, evitando que la gravedad la hiciera caer todavía más abajo. Su cabello me hacía cosquillas en el costado de la cara, en el cuello. Sentía unas ganas irreprimibles de masajear sus pechos por encima del bikini, unas ganas terribles, no podía, no... No podía contenerme. Mi mano derecha crispada rodeó el cordón de la braguita para evitar la tentación de buscar las tetas de mi hermana. Mis dedos dieron varias vueltas sobre sí mismos enrollándose al cordón tensándolo, la tela que cubría el pubis de mi hermana se estiró presionando su vulva. Ana gimió levemente. Ejercí más presión, volvió a gemir. Los pezones empezaban a sobresalir por encima de la parte de arriba del biquini. ...
    ... Ana desplazó una de sus manos y la puso sobre la mía. No quería quitarme sólo evitar que siguiera adelante. Te has quedado callado, no me dices nada. ¿No hay nada más que te guste? Me gusta todo, ¿te parece poco? Todo no es mucho Ana dejó escapar una risita. Sus manos sujetaban con fuerza las mías.- Las mujeres siempre queremos más y a veces eso tampoco es suficiente. Hablas como Gloria. ¿Es eso lo que te gusta, no? No, la verdad es que me gusta que seas tú misma. Ana no dijo nada, aflojó la presión de sus manos. Yo incliné mi cabeza y llevé mis labios a su oreja. Comencé a susurrarle al oído que era muy hermosa, que era la mujer más hermosa que había visto en mi vida, que tendría suerte quien estuviera con ella, quien la tuviera entre sus brazos. Ana no se movía, notaba su cuerpo inmóvil, como hipnotizado, sus pezones eran una erupción interminable que amenazaba con desgarrar la tela del bikini. Mi pene ya totalmente tieso había alcanzado su trasero, aún así, con mis manos ya libres la cogí por la cintura y la atraje hacia mí hasta que nuestras caderas quedaron pegadas. Mi polla a través de la tela del pantalón rozaba todo su culo y la parte de abajo de la espalda buscando un espacio libre en donde poder acomodarse. Empecé a morderle la oreja. Hubo un instante perfecto en donde el tiempo pareció pararse, en donde todo parecía un sueño posible. De repente Ana se incorporó, se ajustó discretamente el bikini y se puso las gafas de sol. Su voz parecía temblar. No sé qué haces. ...
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