¡Mi hermana, mi mujer, ufff!
Fecha: 10/09/2017,
Categorías:
Incesto
Autor: Barquidas, Fuente: CuentoRelatos
... la pierna y que era tarde. Miré el reloj. Era casi la una de la madrugada. Todos estuvimos de acuerdo en que se llevara a los niños a casa. Nosotros nos quedaríamos un rato más, tomaríamos una copa en el bar de la feria y volveríamos para dormir. Tras ver alejarse a mi madre calle abajo con los críos tomé a mi mujer y a mi hermana y nos dirigimos a la barra del bar. Allí es donde empezó claramente la segunda parte de la noche. Tanto Ana como Gloria estaban alegres, ligeramente bebidas, habían disfrutado cada momento, sobre todo mi hermana, que llevaba muchos años sin apenas salir de casa por las noches. Para ella era reencontrarse con sensaciones que le remitían a instantes de felicidad, de diversión. Me miraba una y otra vez y su cuerpo se rozaba a ratos con el mío para luego despegarse con tanta naturalidad que no podía saber si era algo provocado o no. Deseaba sacarla a bailar y sentir más tiempo junto a mí su cuerpo y su dulzura. Ella parecía desearlo también por las miradas que me lanzaba, y como después de sonreírme sus ojos buscaban la rudimentaria pista de baile. Yo sólo esperaba que la música se hiciera más lenta para pedírselo. Mientras, hablábamos animadamente, Gloria se acordaba de cosas que habíamos olvidado, de instantes de nuestra niñez que, de repente, volvían a la luz de nuevo, y sobre todo se acordaba de personas, de gente que en una época fue parte cotidiana de nuestras vidas. Se acordaba de todo, como si su mente considerara primordiales todos los ...
... recuerdos. Reconozco que de repente, entre las brumas del alcohol, sentí escalofríos oyéndola, pensando que yo mismo, si el destino no hubiera juntado nuestros caminos, me hubiera convertido en un recuerdo imborrable, en una imagen sin derecho al olvido, permanentemente presente en su cabeza. No tuvimos que recordar más. Dos hombres se acercaron a nosotros sonriendo. El más grandote me dio directamente la mano y luego la depositó amistosamente en mi hombro, mientras besaba a las mujeres. El otro, más pequeño y tímido nos saludó alzando levemente su copa. No se acuerdan, Jacinto. Ninguno. Yo si me acuerdo, idiota. Tú eres Andrés y tú Jacinto Le respondió mi mujer. Sus caras me sonaban; Ana se reía y se fue a besar al chico tímido-. ¡Síííí...!- El grandote, Andrés, abrió ampliamente los brazos y Gloria fue a cobijarse en ellos. Se abrazaron como dos amigos que tras haber pasado por lo mejor y lo peor juntos hubieran estado veinte años sin verse, y más o menos había sido así. Luego fue el turno de Ana, Andrés la agarró como una muñeca y ya no la soltó siguió hablando mientras pasaba su mano por encima del hombro de ella. Ella me miró, no se la veía incómoda pero con sus ojos parecía buscar mi protección. Jacinto se vino a mi lado y me saludó. Sus ojos brillaban. Parecía estar verdaderamente contento de verme. Andrés y Jacinto, mis dos mejores amigos del pueblo, junto a Luis. No nos veíamos desde que acabamos la adolescencia salvo un par de encuentros casuales recién salidos de ella, en ...