Historia del chip (040): Una mujer de mundo (Kim 015)
Fecha: 06/02/2018,
Categorías:
Grandes Relatos,
Dominación
Autor: chopin, Fuente: CuentoRelatos
... ninguna habría venido con unos tacones tan incómodos a un concierto. Y, por otra parte, cuánto más fallase en su previsión más orgasmos tendría. En público y a la vista de todos. —Acepto, mi señor, pero no puedo garantizar precisión. —Me basta con tu palabra. Kim lo besó para sellar el acuerdo. Roger le golpeó el culo para refrendarlo. Estaba duro como una piedra y alzado tremendamente con esos tacones. Se comieron los bocadillos y se tomaron las cervezas para tener las manos libres. Comenzó el concierto. Por fin supo Kim de qué iba a ser el concierto: danzas africanas. Todo el mundo chilló de contento y empezó a moverse al son de los tambores. Kim se contagió y empezó a mover pechos y caderas. Estaba preparada cuando acabó la tercera canción. Ya había visto otras dos mujeres en aparente estado de desnudez. Confiaba en que no llegarían a subirse a nadie o a nada. Después de abrir su vagina y encerrarla en el cuello de Roger, notó como él se movía ligeramente al compás del tambor. Kim le siguió con cuidado. Roger era fuerte, sólo que dudaba que pudiese estar estable mucho tiempo en esas circunstancias. Nadie protestó ante la posible falta de visión y Kim, -muy a su pesar-, tuvo que admitir que preferían verla a ella desnuda que a los músicos. Ahora se sentía una verdadera zorra, pero no una que se vendía por dinero sino por simple sexo. Le llegó la palabra: ninfomanía. Puede que tuviese tratamiento, uno largo y costoso. Al bajar, los pies y las pantorrillas le empezaron a ...
... doler a los pocos segundos. Tendría que alternar el dolor con la humillación. Fue cuando vio a otra chica desnuda y alzada. Se fijó durante un buen rato para saber cómo la veían a ella cuando estaba elevada. Era todo un espectáculo. Le cuchicheó a Roger. —Te entiendo perfectamente. Dios ha sabido hacer a las mujeres. —¡Y qué lo digas! Me debes un orgasmo— cuchicheó Roger de vuelta. Kim siguió danzando. Quería vivir en ese mundo, donde Roger le imploraba los orgasmos. Ojalá durase años. Subió con esmero a su caballo-hombre, con elegancia, soltura y lentitud. La justa para que todos los que estaban cerca aplaudiesen ante la exhibición de un apetecible delicatessen femenino en estado salvaje. Kim estuvo inquieta durante las tres canciones sabiendo de la precisión requerida. Entre su cuerpo expuesto, su ansia reprimida largamente y su agitación interna la espera pareció inacabable. Notó como Roger cambiaba ligeramente el agarre en los muslos y Kim llevó las caderas para delante, presionando con fuerza en la nuca de su amado. No fue un orgasmo sino una sucesión corta de ellos, pues Kim pretendía abreviarlo todo lo posible. No sólo no lo consiguió, probablemente el efecto fue el contrario. Si Roger no hubiera estado agarrándola con fuerza hubiera caído para atrás. Además, Roger se agachó para llevarla hacia delante. Kim casi no tuvo tiempo de apreciar el momento posterior, siempre tan agradable, teniendo que mostrar sus cañerías húmedas a los afortunados vecinos. Pero en su euforia no ...