1. Infiel por mi culpa. Puta por obligación (40)


    Fecha: 09/03/2024, Categorías: Grandes Relatos, Autor: DestinyWarrior, Fuente: CuentoRelatos

    ... privacidad es un derecho fundamental, y más en este lugar, mi pequeña Blanca Nieves. —Asentí sonriente, y todos acatamos la orden.
    
    —El frío de la calle, allá dentro ya no se sentía. Yo la seguí primero, y detrás de mí, ellos dos. La minifalda con la que exhibía sus piernas, era tan corta que, por momentos, al caminar delante mío, podía verle la raya divisoria en sus nalgas, y hacerme imaginar su «fundillo».
    
    —Al fondo de un luengo pasillo, cruzando el patio central, con su antiquísimo pozo de piedra caliza, –de al menos metro y medio de diámetro, rodeado por un bosque de frondosos cedros y arrayanes– ambarinas luces y estruendosas risas, parecían darnos la bienvenida, mientras en el ambiente aledaño, el aroma a Palo Santo y una niebla bastante espesa pero baja, como la que se usa en las discotecas, nos aguardaba, tres o cuatro metros más adelante.
    
    Mariana hace una pausa en su relato, y en frente mío, contra el vidrio de la puerta ventana, igualmente deja resbalar su espalda y termina por acomodar sus piernas, semi dobladas, en medio de las mías. Estira su brazo y en el cenicero con delicadeza, deja que se apague sola la colilla. Se frota las manos. Observa con detenimiento las caricias que las yemas de los dedos de su mano diestra, realizan sobre la palma y las falanges de la izquierda. No se cubre la entrepierna y se la veo, tan suave y lisa, con los pliegues bien cerrados, como asumiendo desde ya, nuestra triste despedida.
    
    —En el solar de aquella casa, ya ...
    ... estaba armado un toldo, o quizás para aclárate mejor, debo decirte que era una gran carpa usada, como la de un circo ambulante. Incluso estaba remendada con parches rojos y amarillos, en la cumbre y en el costado, cerca de la entrada. Por dentro estaba tenuemente iluminada, pero eso sí muy bien decorada. —Ladea la cabeza hacia su derecha y con los ojos cerrados, continúa relatándome, sobre aquello que no tenía idea.
    
    —Sillas de espaldares altos, ataviadas todas con telas blancas muy ajustadas por detrás con cintas negras cruzadas, semejando un delicado corsé. Y al frente de estas, lo que me parecieron mesas largas, pero demasiado bajas. Toda la mantelería era negra con impresas flores de Liz purpuras y los cubiertos, así como la vajilla, donde se habían alimentado los otros invitados más temprano, –con sobras en algunos de ellos– permanecían desordenados sobre cada una de ellas, todo de estricto color dorado. Por colgantes festones, pendían gruesas cadenas, fustas de cuero, máscaras adornadas con plumas de colores, y varias cuerdas de fique gruesas.
    
    Su cabeza gira nuevamente y al regresarla, abre los ojos y me mira brevemente. Mariana pliega los párpados, y lleva ambas manos hasta sus mejillas, oprimiéndoselas, en un gesto de ansiedad.
    
    —En una de las esquinas alrededor de una mesa de billar, varias personas reunidas observaban, bebiendo lo que parecía ser un costoso whiskey irlandés. Algunas comentaban emocionadas las analizadas tacadas, y otras en completo silencio, se ...
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