Infiel por mi culpa. Puta por obligación (40)
Fecha: 09/03/2024,
Categorías:
Grandes Relatos,
Autor: DestinyWarrior, Fuente: CuentoRelatos
... besaban y acariciaban sin pena por debajo de las ropas, restándole importancia al resultado del juego. Varios hombres, y casi todas las mujeres, lo hacían a medio vestir; pero los dos maduros billaristas, se encontraban concentrados en la partida, completamente desnudos, salvo por collares anchos y con remaches, alrededor de sus cuellos, y con cromadas cadenas, que caían libres por sus espaldas, hasta media nalga.
—Y en el otro extremo, vi de rodillas a un hombre y una mujer, ante un gran tablero de ajedrez, fabricado en reluciente vidrio templado y cada una de las treinta y dos fichas, eran figuras fálicas delicadamente talladas. Los reyes, grandes consoladores, al igual que las reinas más bajas y los extremos eran ligeramente curvados. Succionadores de clítoris por alfiles, «plugs» anales hacían las veces de estilizados caballos, y torres esbeltas con esféricas protuberancias. Todos los peones eran tapones anales de idéntico tamaño y forma. Los dos jugadores ataviados con trajes de látex de un brillante negro, y cubiertos con máscaras los rostros. En sus bocas, mordazas con bolas rojas que les impedían emitir sonidos comprensibles, debatían en sus mentes, la siguiente movida.
—Y un poco alejada del centro, una jaula de al menos metro y medio de alto. En ella, una mujer morena, tan delgada como hermosa, con grilletes en sus manos y varias cuerdas enrolladas alrededor de sus senos, la cintura y ambas piernas separadas, era obligada a mantener sus nalgas pegadas a las ...
... rejas y por entre estas, era penetrada desde afuera, por un grandulón velludo, canoso, y flacuchento viejo calvo. La chica sollozaba mucho, pero no adolorida como supuse, sino complacida por el esclavo trato al que era sometida.
—¡Pobrecita! Vaya espectáculo presenciaste. ¿Y a todas estas, tu diva que te decía? Y… ¿Qué cara hacían el gerente y el malparido de Eduardo?
—La Pili, plácidamente sonriente. Sin habla yo, y estupefacto el gerente, más el malparido ese, se encontraba dichoso. Se hallaba en su salsa, el infeliz. Ella me miraba, atenta a mi reacción ante aquella escena, y tomándome de la mano, me hacía sentir cada una de las embestidas del anciano a la muchacha, apretándomela con fortaleza, soltándomela con suavidad, repetitivamente.
Recoge sus piernas, hasta que aprieta las pantorrillas con la parte posterior de sus agraciados muslos, y utiliza las rodillas como apoyos para sus codos, y al final de la rampa de sus brazos, una mano se monta sobre la otra, ladea su cabeza hacia la derecha, e inexpresiva me mira de soslayo. Luego, lentamente cierra los ojos y continúa sosegada recordando.
—Y así, agarrada a ella, le seguí los pasos hasta salir de aquella carpa por el otro lado, y nos dirigió hasta el ala oriental de aquella antigua casona, hasta que llegamos a un corredor con varias habitaciones, a lado y lado; ninguna enfrentada, todas sin puertas, y cada uno de esos claroscuros cuartos, con ambientes similares. ¡Te lo podrás imaginar! Demasiadas veladoras ...