Infiel por mi culpa. Puta por obligación (40)
Fecha: 09/03/2024,
Categorías:
Grandes Relatos,
Autor: DestinyWarrior, Fuente: CuentoRelatos
... menos ilusión?
—Haciendo memoria, fue precisamente después de que te vi al llegar a casa luciendo tu nuevo look. Cabello ondulado, unos centímetros más cortos de lo habitual, pero con un color rubio que, si bien te sentaba bien, para mí acostumbrada cotidianidad, supuso un toque de intriga, al verte tan diferente físicamente, y que cuadraba muy bien con tus recientes cambios de actitud hacia mí. Y aunque de manera amorosa te alabé, muy dentro de mí se encendieron las alarmas de la infidelidad.
—Por ello estuve más pendiente de tus cambios de humor, ¿sabes? También de los pequeños detalles que antes pasaba por alto, por descuidado o por confiado, como aquellas nuevas palabras incorporadas a tu léxico, o esos nuevos gestos decididamente más coquetos en tu mirada, y en la forma desafiante de colocar tus manos sobre las caderas, después de tener los brazos cruzados frente a tu pecho escuchando mis quejas por tus frecuentes retrasos, para acentuar tu desagrado por mis reclamos. E incluso me percaté de que exagerabas el vaivén de tus caderas al caminar por los pasillos de la constructora.
—Pero no solamente me fijé en tu parte estética, si no que curiosamente, utilicé sentidos que estaban allí, pero mantenía descuidados. ¿O acostumbrados? –En la frente, Mariana exhibe marcadas las arrugas por la inquietud. – Por ejemplo, mi olfato. —Le esclarezco y de paso, me pongo en pie.
—Para intentar descubrir si habías mantenido relaciones sexuales antes de llegar a la casa, ...
... frotando la punta de mi nariz contra el lineal tapete de tus vellos púbicos, –mientras existieron– y desde allí utilizando mis fosas nasales zigzagueando entre los pliegues de tu vulva hasta merodear, con la ayuda de tu mano presionando mi coronilla, la entrada de tu gruta. —Avanzo dos pasos, balanceando mi mano diestra con el índice extendido, acercándome a su esquina.
—Y el del gusto, al saborear con cierta prevención los pliegues alrededor de tu abertura vaginal, pues debido al alcohol, últimamente llegabas muy «arrecha» y mojada, después de rumbear con tus compañeros, o departir con tus posibles clientes en cenas inaplazables, que convenientemente eran confirmadas los miércoles míos, –entre jarras de cerveza y tragos de whiskey– por tu ángel guardián, y que según tú, la causa era que durante todo el día me extrañabas montones, y solo deseabas arribar a nuestra alcoba, para con la calentura de tu sexo y esos ¡Te Amo! maullados, solventar las horas en las que resignado debía en silencio frente a nuestro hijo, acallar mis objeciones y olvidarme de ti, las horas que tu necesitabas. No porque no sintiera ya nada, sino porque todo en la casa me gritaba que la noche estaba incompleta, porque al igual que a mí, le faltabas tú. —Mariana en silencio, agacha la cabeza.
—A veces olías a la mujer de siempre, y mantenías el inconfundible aroma que mi olfato memorizó de ti. En otras varias, esa fragancia era tenue, imperceptible tras una anticipada acicalada a tu intimidad, a pesar de ...