1. El Hombre de la Casa 11: Masajes


    Fecha: 13/03/2024, Categorías: Incesto Autor: Kurosko, Fuente: TodoRelatos

    ... frotando el producto antes de untarlo sobre ella.
    
    —¡Uf! Sí te lo estás tomando en serio, ¿eh? ¡Ah! Ahí, un poco más abajo… ¡Uy! Podría acostumbrarme a esto…
    
    —Eso te pasa por no pedir el paquete de spa cuando fuimos al hotel.
    
    —Ni loca, no me hubiera alcanzado. Además… ¡ah! Ya no tengo motivos para que alguien más me haga masajes.
    
    Su mano se fue directo a mi entrepierna. Gemía con la boca cerrada y tan sólo íbamos por sus hombros, yo estaba vestido, así que no me preocupé de la advertencia de mamá y seguí bajando por sus brazos hasta acomodarlos a sus costados.
    
    —No hagas trampa. Bien que quieres.
    
    —Sólo déjame terminar, esto es para practicar antes de mañana.
    
    —Mañana que llegue esa zorra.
    
    —Raquel… —le dije en tono de advertencia—. Ya te dije, es amiga de mamá, seguro son de la edad.
    
    —Ojalá esté gorda y sebosa. Para que te dé asco y no vuelva.
    
    —Andas muy agresiva, ¿no? Ni siquiera la conocemos.
    
    Sólo refunfuñó mientras bajaba por sus costillas y llegaba a su espalda baja. Seré sincero, me salté sus nalgas y me pasé directo a los muslos y pantorrillas para evitar la tentación que de por sí ya me provocaban sus gemidos causados por el masaje. Me costó trabajo cuando llegué a los pies porque era demasiado cosquilluda y no dejaba de moverse, lo cual hizo que su culo quedara descubierto. Tuve que subir por sus pantorrillas y bajar por periodos cortos a sus pies, cada vez que subía, ella separaba más y más sus piernas. Al regresar a sus muslos y ...
    ... repasar la cara interna, tenía una vista plena de su raja, la cual captó mi atención y me distrajo al punto de que me quedé sobando sus piernas un buen rato.
    
    —Más te vale acabar pronto, se me está acabado la paciencia.
    
    Y a mí, también. Llevábamos poco menos de media hora, pero mi flujo sanguíneo se estaba acumulando entre las piernas y la calentura me estaba volviendo impaciente. Seguí hacia la espalda baja y continué subiendo por su columna, para ello, me coloqué frente a ella y me agaché un poco para avanzar por la espalda hacia los hombros. Ella aprovechó para elevar su rostro y frotar su frente conmigo y mi verga asfixiada por la mezclilla, tuve que presionar el cuello y nuca para que volviera a quedar boca abajo y poder terminar con los brazos.
    
    —¡Ay, sí! —ronroneó—. Puedo acostumbrarme a esto, como dijo mamá.
    
    —Ya casi acabamos —dije, más para mí que para ella, que sólo soltó un chillido de alegría.
    
    Terminé de trabajar en sus manos y me apresuré a rematar con unos golpecitos estilo karateka sobre su espalda y rematar con una nalgada bien puesta, ella reaccionó de inmediato y la llevé de la mano a la planta alta. Nos tumbamos sobre la cama, ella seguía aceitosa de la espalda y aunque tomé consciencia de que no hice un masaje completo porque sólo había trabajado su parte posterior, mis preocupaciones se desvanecieron en cuanto nuestras bocas iniciaron la danza que con tanta urgencia queríamos consumar.
    
    No hice más que disfrutar de mis dedos resbalándose en ...