El Hombre de la Casa 11: Masajes
Fecha: 13/03/2024,
Categorías:
Incesto
Autor: Kurosko, Fuente: TodoRelatos
... aquellas nalgas redondas con cada intento de apretarlas. Ella se apresuró a desabrochar mi cinturón y liberarme al fin de semejante presión, estaba especialmente duro aquella vez. Las lociones habían comenzado a resbalarle y aprovechó eso para girar sobre ella misma y colocarse frente a su paleta preferida. Esa lengua tenía ganas de arrancarme la piel y contraataqué. Aquella era mi fruta favorita, aunque su sabor estaba siendo estropeado por el aderezo de los productos aceitosos, seguí hundiendo más y más la lengua hasta dar con los jugos que tanto ansiaba. Terminé en su boca y unos movimientos de bombeo involuntarios se me escaparon mientras el últimos chorro salía y embarraba la cara de un lado al otro hasta cumplir mi cometido poco después.
Con el rifle limpio a punta de chupetones, me levanté y la acomodé en cuatro patas, una idea ardía en mi mente como hierro al rojo vivo y la oportunidad no podía ser mejor. Inserté mi verga lentamente donde mi lengua había estado trabajando y ante mí, pude ver con claridad que su entrada trasera estaba igual de aceitosa que ese par de nalgas que habían comenzado a mover para hacerme entrar cada vez más profundo en ella. La yema de mi pulgar se posó gentilmente sobre esos pliegues e hice presión lentamente, acompañando los vaivenes que ambos hacíamos. Estaba siendo cauteloso, no quería asustarla, ya había hecho intentos antes y su respuesta era siempre la misma, que aun no estaba lista. Hice pequeños círculos, esperaba alguna ...
... reacción adversa, algún parón en seco, nada. Era ahora o nunca, mi índice se abrió paso y entró hasta la segunda falange.
—¡Ay! ¡Ay!
Sus caderas se detuvieron, la cobija se contrajo dentro de sus puños y su interior se estrechó alrededor de mi miembro y de mi dedo. No pensé, al menos no con la cabeza de arriba, comencé a bombear de nuevo, cada vez más y más fuerte. Mi dedo quiso mantener su posición, aunque con el movimiento fue difícil y terminó saliendo, provocando un gemido intenso acompasado por los ruidos de nuestra piel chocando. No era momento para darle tregua, así que seguí embistiendo hasta volver a escuchar sus palabras habituales.
—¡Sí! ¡Así! ¡Ya casi llego! ¡Ya casi!
Todo lo que oía en mi mente era “sigue así”, así que acaté esas órdenes. La práctica me había ayudado a aguantar más y ahora podía darme el lujo de acelerar para poder empatar con ella y corrernos juntos.
—¡Eres un bruto! —me pegó en el pecho mientras abría la llave de la regadera—. Casi me da un infarto.
—Tenía que intentarlo —dije mientras terminaba de desvestirme—, perdón.
—Tiníii qui intintirli —me arremedó mientras se llevaba la mano al culo—. Baboso.
—Déjame revisar.
Ella dio un paso atrás, pero logré hacerla girar y ver de cerca su ano, estaba un poco enrojecido. Le hice saber que no había sangrado y empecé a sobarlo nuevamente.
—No sé por qué te interesa meterla por allí —dijo colocándose frente a mí para alejar mi mano de la zona—, me parece sucio.
—Doy fe y ...