El cuarto prohibido de mamá - 03
Fecha: 27/04/2024,
Categorías:
Incesto
Autor: Barbara Lopez Rucci, Fuente: TodoRelatos
... Pero descubrió su equivocación cuando, al bajar el picaporte, la puerta se abrió sin más.
Por intuición o instinto, Julián pensó que se trataba de una trampa. Jamás había encontrado esa puerta si llave, aun en las épocas más agitadas y atareadas de la vida de su madre. Temió, cerró la puerta del cuarto prohibido y retrocedió. Pretendió alejarse, como si creyera que la más pequeña cercanía con el cuarto pudiese alertar a su madre que ya debía estar marcando huella en su trabajo, pero una corta reflexión bastó para que el coraje regresara.
Todo parecía como siempre. La cama perfectamente hecha, los armarios cerrados y una limpieza que permitía comer en el suelo. Nada fuera de lugar, ni siquiera el detalle más pequeño, aunque si había diferencias. Al menos una, que detectó al abrir el cajón de la mesa de noche de su madre. No estaba vacío, pero tampoco mostraba lo que Julián buscaba. El juguete ya no estaba, y tampoco la vaselina que lo ayudaba a penetrar a su madre. Solo la llave del cuarto y una hoja doblada de papel, que creía no haber visto jamás. Tras deshacer sus dos dobleces, Julián leyó las únicas seis palabras que su madre había escrito con su caligrafía de maestra de colegio.
No lo busques. No lo encontrarás.
Una gota de sudor le corrió por la frente, pues por un momento sintió que Beatriz recuperaba ese estatus que solía tener. Ese estatus de mujer a la que nada se le escapa, ni siquiera el futuro. Aun así, persistió en la búsqueda. Quizá no estuviese en ...
... el cajón, pero si en otra parte, y no había ningún sitio de la casa en el que su madre se atreviera a guardar algo así, que no fuese su propio cuarto. Cada cajo fue abierto, cada rincón y puerta, entre la ropa y dentro de los zapatos.
—No está… —dijo Julián, decepcionado al no tener otro sitio en el que buscar.
Al entrar el baño, donde nada esperaba encontrar, se llevó la tercera sorpresa. No se trataba de un cambio más o de algo que su madre le dejase —en apariencia— preparado. Se trataba de la normalidad, en ese contexto en el que tantas cosas se mostraban anormales. Beatriz había dejado la puerta abierta, pero había descartado su juguete, y sin embargo su canasto de ropa llevaba en el interior cada prenda sudorosa usada en el viaje. Y en la cima, como espuma sobre el café, tres bombachas de devolvían la mirada.
Sin pensarlo tomó cada una de ellas, y olisqueó la parte de la tela en laque su madre había apoyado por horas su sexo. La última en particular apestaba a sudor, se sentía húmeda al tacto y tenía dos vellos negros que se había desprendido de la piel de su madre. Esa fue la escogida por Julián, aunque no la usó para masturbarse en ese momento, sino que la guardó en su propio cuarto, debajo de la almohada. En ese momento, atrapado de nuevo por su osada estupidez, solo deseaba que su madre supiese que la había tomado.
Los mensajes de Julián se volvían más frecuentes en mi correo. Habían pasado de uno cada dos días, a incluso tres en uno solo. Su evolución, o ...