El cuarto prohibido de mamá - 03
Fecha: 27/04/2024,
Categorías:
Incesto
Autor: Barbara Lopez Rucci, Fuente: TodoRelatos
... sabes lo que es que no te puedan festejar un cumpleaños; o que en Navidad el regalo sea un par de medias en lugar de los juguetes que todo niño desea. Tu padre y yo te mimamos y te protegimos. Mis padres no fueron así conmigo —afirmó Beatriz—. Mis padres, en parte por ignorancia, en parte por dificultades económicas y en parte por desinterés, me expusieron a muchas cosas desagradables que me hicieron madurar demasiado pronto… demasiado joven. De alguna forma, hicieron de mi lo que has visto hasta aquí. A veces pienso y, salvo en lo que respecta a ti, no he disfrutado de nada en mi vida.
»No quiero entrar en muchos detalles, pero tu has visitado la casa en la que vivía cuando era pequeña —prosiguió Beatriz—. Has memoria, y dime cómo era.
Julián se tomó un momento para recordar esa casa: paredes sin revocar, techo de chapas con agujeros por los que el sol entraba en las mañanas, un baño en el patio y solo un espacio común en el que una sola cama se encontraba. Nada más.
—Pequeña. Muy pequeña.
—Hasta mis dieciséis años, cuando comencé a trabajar y me fui a vivir con una amiga, dormí en la misma cama que mis padres, así que puedes imaginar lo que eso significa —dijo Beatriz—. Ellos no eran muy considerados conmigo. No les importaba si estaba durmiendo o despierta. Y yo no tenía un celular con auriculares como tu para subir la música y no escuchar. A veces solo me iba de ese lugar, al patio. Pero a veces llovía, o hacia demasiado frio, o tenía miedo de salir sola. Y ...
... solo me podía quedar allí, escuchándolos, viéndolos y oliéndolos. Todo… todo lo que ellos hacían, justo a mi lado.
—Pero… ¿los abuelos no eran… católicos?
—Lo eran, si —respondió su madre—. ¿Y crees que eso evitaba que tuvieran sexo junto a mi?
Julián me ha dicho que, en ese momento, se entristeció por su madre. Pasó de verla como solo un trozo de carne, a sentir una empatía por ella que le recordó cuanto la quería. Entendía todo y no podía juzgarla.
—Lo siento —dijo Julián.
—No te disculpes. No es tu culpa y yo no manejé bien la situación —dijo Beatriz—. No seguiré con las sesiones con Sandra, no me gustan las videollamadas, no me atrevo a hablar por allí de esto. Y tampoco voy a buscar a otra persona a la que confesar lo que ha sucedido. Pero seguiré sus consejos. Intentaré liberarme, liberarnos, y vivir la vida porque ya he perdido muchos años.
Al cabo de un rato, su madre se retiró a dormir la siesta y Julián a su cuarto. Reflexionó por un largo rato sobre lo que su madre le había dicho, y tras unos momentos recordó que ella había tirado el juguete, por su culpa. Parecía una tontería y, de solo pensarlo, el instinto de su cuerpo le jugaba una mala pasada; pero ella disfrutaba de eso y, de alguna forma, él se lo había quitado.
No sabía como se lo tomaría Beatriz, pero Julián se sentía dispuesto a correr el riesgo, por amor, empatía y también un innegable morbo. En quince minutos encontró un dildo similar, blanco y de textura rugosa, quizá algo más grande ...