Un mal día (3 de 6)
Fecha: 05/08/2024,
Categorías:
Sexo en Grupo
Autor: SexNonVerba, Fuente: CuentoRelatos
... algo…
—Ah… El viejo también me hizo un comentario sobre eso…
—¿Sobre qué?
—Sobre tu “regalito”. Me dijo que si la querías recuperar, que pasaras a buscarla por la suite 302.
—Me estás boludeando… —Y bebí un sorbo de agua de mi botella
—Te juro, Vero. Me lo dijo.
Entonces lo miré a los ojos y le pregunté:
—¿Y para qué me lo contás? ¿Me dejarías ir? ¿Meterías a tu novia, medio tocada, así vestida, en una habitación de hotel con tu jefe? ¿No le dijiste que era un desubicado?
—¿Cómo le voy a decir eso? Además… El viejo es un provocador. Le gusta jugar con la gente, llevarla al límite. Nunca te haría nada que vos no quieras.
—Y vos serías capaz de meterme en esa habitación con tal de no contradecirlo, ¿no? —Entre la bebida y el mal humor que estaba empezando a sentir, empecé a levantar la voz—: ¿Cuál es tu límite, Emiliano? ¿Qué te pensás que soy, eh? ¿Tu putita que la podés manejar a tu antojo?
—Shhh… Pará un poco… No es para hacer un escándalo tampoco. Solo vas, te devuelve “eso” y ves qué onda, nada más.
Esa última frase me hizo estallar.
—¿Lo que le regalé? ¿Lo que YO le ragalé? —Mi indignación iba en aumento—: ¿Querés que vaya a SU habitación "a ver qué onda”?
—Beeeno, Cheee… No te lo tomes así; no seas infantil…
—Basta. Vamos. Me quiero ir. Quiero que me lleves a la residencia ahora. —Agarré el celular y agregué—: Te espero en el Lobby
Me volví con calma y me fui caminando despacio. Tampoco quería hacerle un desplante delante ...
... de su círculo social.
—Ahora te alcanzó. —Escuché que me decía mientras me alejaba.
No respondí. Si se tardaba mucho me iba a tomar un taxi. No estaba de humor para esperar.
El ascensor comenzó a descender los seis pisos que me separaban de la planta baja. Me arreglé el vestido frente al espejo y me acomodé el peinado con la mano.
La puerta se abrió. Había mucho movimiento en el lobby. Me quedé inmóvil dentro del habitáculo. La gente pasaba delante del ascensor pero nadie ingresaba. ¿En serio estaba considerando volver a subir?
¿Por qué no?
Ubicarme en el lugar de nena sumisa había sido siempre su juego. Y yo lo sabía, y no solo se lo consentía, también lo jugaba porque me convenía. También tenía mis propios objetivos en ese juego. ¿Entonces?
Las puertas se cerraron y el ascensor comenzó a elevarse con un sutil impulso. Solo que esta vez mi destino se encontraba a mitad de camino entre el lobby y la terraza.
Salí finalmente del cubículo en la tercera planta. La señalética del pasillo indicaba que las habitaciones 300 a 306, se encontraban hacia la izquierda.
El cuarto 302 era el más alejado. Daba hacia el frente, de cara al Río de la Plata. Llamé a la puerta. Al cabo de unos pocos segundos Sánchez Alvarado abrió y me invitó a pasar. Seguía todavía ataviado con su esmoquin negro.
La habitación era grande. Una cama cuadrada gigante, una mesa junto a la ventana con dos sillas y un amplio escritorio de madera sobre el que se encontraba una notebook ...