Un mal día (3 de 6)
Fecha: 05/08/2024,
Categorías:
Sexo en Grupo
Autor: SexNonVerba, Fuente: CuentoRelatos
... encendida, era todo el mobiliario. Más allá se encontraba el baño y lo que parecía un vestidor.
—No hay tiempo para el descanso, parece… —dije, señalando la computadora, con la intención de quebrar el incómodo silencio.
—Me aburren rápido las fiestas. —respondió cortante—: ¿Qué te trae por acá? ¿Estás perdida?
—Me dijo mi novio que tenía algo para mí. —respondí usando casi las mismas palabras que había usado él en la puerta del baño. Pero me corregí: —En realidad, me dijo que tenía algo mío.
Entonces el viejo se acercó y se paró frente a mí. El aroma intenso de su perfume invadió mis fosas nasales. Era como un imán. No pude retroceder. Era apenas más bajo que yo, pero yo me sentía muy pequeña.
—Nena, si querés recuperar lo que es tuyo, vas a tener que tomarlo con tus propias manos.
Emiliano tenía razón. El viejo era un provocador. Yo conocía perfectamente cuáles eran mis límites, de modo que no tenía nada que temer. Di un paso más hacia él y le abrí la solapa izquierda del esmoquin. Ese era el juego.
—Resultaste ser una chica muy atrevida... ¿Cómo era tu nombre?
—Verónica. —respondí, mientras con una mano sostenía la solapa y con la otra hurgaba en su bolsillo interno.
Yo sabía que allí había guardado mi tanga, estaba segura, pero de allí solo saqué un billete que resultó ser de cien dólares. Lo miré con cara de que estaba jugando sucio, que me había engañado.
—Pueden ser tuyos si te los ganás, o los podés volver a dejar donde estaban. Vos ...
... elegís.
Inmediatamente y con delicadeza devolví el billete a su lugar. Luego repetí la misma resquisa pero esta vez del lado derecho. Cuando mis dedos índice y mayor se deslizaron dentro del bolsillo y entraron en contacto con el inconfundible encaje de mi tanga. El viejo, en un arrebato completamente impredecible, me pasó un brazo por detrás de la cintura aferrándome contra sí. Inmediatamente después de inmovilizarme metió su mano libre a través del tajo frontal de mi vestido para aferrarse a mi sexo desnudo. En menos de un segundo ya podía sentir uno de sus dedos hundirse dentro de mí.
—¿Ya encontraste lo que habías perdido? —preguntó, mientras metía el segundo dedo.
Pegué un respingo porque me sentía invadida, pero no sentí dolor. El baile, el calor y el cachondeo habían cumplido su labor lubricante.
—No vine por mi tanga. Vine porque él me lo pidió. —dije, queriendo simular una fortaleza que no tenía.
—¿Quién? Ah, si… El anestesista. —Y movió sus dedos dentro de mí. —¿No vas a hacer nada para ganarte ese billete? Te imaginaba una chica con más iniciativa.
—No soy una puta.
—Claro que no.
Estaba a punto de quitarle de un tirón su mano invasora cuando él mismo la retiró y liberó mi cuerpo. Yo di tres pasos hacia atrás. Él alzó su brazo y me mostró los dedos humedecidos por mis propios jugos y mi transpiración. Con la otra mano sacó su billete de cien dólares del esmoquin y también lo colocó frente a mis ojos. Luego acercó los dedos jabonosos hacia mi boca ...