Amor inesperado de una joven casada - Relatos Eróticos

Amor inesperado de una joven casada

... del mueble del salón. Me quedé sorprendida al ver que allí dentro tenía una colección enorme de vinilos. De entre todos sacó uno y vi como se acercaba con él en la mano a un viejo tocadiscos.

- Funciona? – le pregunté sorprendida.

- En perfectas condiciones – me contestó mientras levantaba la tapa plástica transparente y colocaba el disco sobre el plato – Es una reliquia.

- Pensaba que lo teníais como decoración.

Con mucha delicadeza llevó la aguja del tocadiscos hacia una canción y esta comenzó a sonar.

- Bailemos – me dijo acercándose a mi con el brazo extendido.

- Pero me da vergüenza.

No me dio opción a negarme y agarrando mi mano me levanté. Enseguida me encontré bailando con Eduardo en el salón de su casa mientras Carmen nos miraba sonriendo desde el sillón en el que se había sentado.

Ella tenía razón. Su marido bailaba muy bien y yo me dejaba llevar por sus movimientos. La vergüenza me impedía mirarle a la cara y poco a poco me empecé a sentir a gusto entre sus brazos.

Al terminar la canción, comenzó a sonar una que era lenta y sentí como Eduardo agarraba mi cintura. Miré hacia Carmen y su sonrisa me tranquilizó. No recordaba lo que era bailar una canción lenta abrazada a un hombre pues mi marido nunca quería bailar conmigo.

- Hacía muchísimos años que no bailaba una canción lenta con nadie – le dije nerviosa.

- Pues ahora lo estás haciendo – me dijo – Disfrútala.

Sus brazos me estrecharon contra él y lo que estaba sintiendo me hizo ...

... apoyar la cara contra su pecho. Olía muy bien y cerré los ojos.

Nunca pensé que pudiera pasarme eso, mucho menos con Eduardo, y todavía menos, estando delante de su mujer, pero sentí que estar en brazos de ese hombre me estaba excitando. No se si fue su olor, su manera de estrecharme contra él o el tiempo que llevaba sin estar con mi marido, pero mis pechos se estaban poniendo duros y en mi vagina sentía ese cosquilleo tan agradable. Me puse tensa al sentir que a él también le estaba pasando lo mismo pues podía sentir su erección presionando mi vientre.

- Será mejor que paremos – le dije muerta de la vergüenza.

- Quieres parar? – me dijo al oído acariciándome con su aliento.

- Me siento rara – le dije buscando con la mirada a su mujer – Voy al baño un momento.

Carmen me miraba con esa forma tan tierna suya y me preguntaba si se había dado cuenta de lo que me estaba pasando.

Una vez en el baño, me apoyé contra la pared e intenté respirar despacio. Enfrente, el espejo me devolvió mi imagen, tenía las mejillas sonrojadas y varias gotas de sudor bañaban mi frente. Me refresqué la cara un poco apoyándome en el lavabo.

Sin poder dar crédito a lo que me estaba pasando, levanté el vestido y con mis dedos comprobé que estaba totalmente mojada entre las piernas.

Me costó salir del baño y enfrentarme a la realidad. Al llegar al salón vi que Carmen seguía sentada en el mismo sitio desde donde nos había visto bailar. Tenía el mando del televisor en la mano y miraba ...