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Amor inesperado de una joven casada
Fecha: 20/08/2024, Categorías: Sexo con Maduras Autor: dulceymorboso, Fuente: TodoRelatos
... hacia la pantalla colgada de la pared . Eduardo estaba sentado en el sofá grande y hablaba con ella. - Por mi esa está bien – le decía. Al verme llegar me miró – Viste “ La sociedad de la nieve”? – me preguntó. - No, aún no la vi – le respondí. - Ninguno de los tres la vimos – dijo Carmen – Así que genial. Siéntate, cariño – me señaló el sofá donde estaba su marido sentado. - Quieres ponerte tú con él y me siento yo en el sillón? - Que va, mujer! – me miró con ternura – Ponte tú con él. Me acerqué al sofá donde estaba Eduardo y éste estiró el brazo hacia un lado. - Ven – me dijo – Siéntate. Al sentarme a su lado, puso su brazo sobre mis hombros y me atrajo hacia él, haciendo que apoyara mi cabeza en su hombro. De nuevo miré hacia Carmen con miedo de estar haciendo algo que pudiera molestarla y de nuevo ella me miró sonriéndome en señal de aprobación. Era muy extraño estar en esa situación. Yo con la cabeza apoyada en el hombro de Eduardo, él abrazándome, y su mujer allí delante sin perder esa sonrisa y mirándome de vez en cuando transmitiéndome tanta dulzura. Me costaba mantener la atención en la película con el olor del perfume de Eduardo y sintiendo su respiración cerca de mi oreja. - Estás bien? – me susurró al oído. - Si – le contesté. Cómo decirle que estaba muerta de la vergüenza por estar sintiendo aquel mar de sensaciones incomprensibles para mí? Cómo confesarle que mi vagina estaba totalmente mojada sintiendo su respiración? ...
... Que me dolían los pechos de lo duros que estaban? De nuevo miré a Carmen cuando sentí que la mano que rodeaba mis hombros me empezaba a acariciar el pelo. Me quedé paralizada cuando ella me miró y vi que sus ojos se dirigían a esa mano y Eduardo no detenía su caricia. Carmen me sonrió de nuevo y ante mi sorpresa sentí como él me daba un suave beso en la cabeza mientras su mujer nos miraba. Paralizada por las sensaciones no opuse resistencia cuando Eduardo se inclinó hacia delante y me quitó los zapatos. Hasta el simple acto de descalzarme lo hizo con suma delicadeza. Al verme descalza, subí los pies al sofá y me acurruqué contra él. Su brazo libre rodeó mi cintura. Lo miré asustada y me besó la frente. Necesitaba cada poco tiempo mirar a Carmen y comprobar que todo estaba bien. Ella en ningún momento dejó de sonreírme y, a pesar de la poca luz, podía ver en su mirada que se sentía feliz de estar ayudándome a no sentirme sola con la ausencia de mi marido. Desde que había entrado en su casa a cenar, aquel matrimonio había conseguido que me olvidara por completo de lo sola que me sentía. Habían conseguido que me olvidara de mi esposo. Ni siquiera estando abrazada a Eduardo había pensado en Javier en ningún momento. A Eduardo nunca lo había visto como un hombre, sino más bien como un segundo padre. Nunca lo había visto como un posible rival de mi marido, sino todo lo contrario, él, como Carmen, solo deseaba nuestro bien. Y abrazada a él, sentía lo que más necesitaba; ...