1. La Pasión de Esther


    Fecha: 28/08/2024, Categorías: Incesto Autor: LilithDuran, Fuente: TodoRelatos

    ... por el suelo con ambas palmas, se había quemado todos los dedos, dejándolos en carne viva, un horror.
    
    Dentro de lo que cabía, no era muy grave, pero claro, durante un tiempo que el médico no supo especificar, la movilidad de ambas manos la perdería, por lo que, tenía muy poca independencia.
    
    Un día después, siendo fin de semana, a Javier le dieron el alta y volvimos todos a casa en el coche familiar de Fran. El pobre tenía ambos brazos en cabestrillo, recubierto de vendas, igual que la momia, de verdad, era un cuadro.
    
    Obviamente, las pastillas le mitigaban el dolor, sin embargo, los dedos apenas los podía mover. Para entonces, tenía solo dieciséis años y medio, bueno… solo… para mí seguía siendo el mismo niño que me contaba las pecas de la cara antes de dormirse y se quejaba diciéndome que no era justo que no tuviera los ojos azules como yo. Sin embargo, ese día, descubriría que mi pequeño… había creído.
    
    Me encontraba tranquilamente en la ducha, pasé toda la noche en el hospital y me quería quitar el olor a enfermo cuanto antes. Estaba agotada y, simplemente, deseaba relajarme un poco, por lo que alargué un rato más mi estancia debajo de los chorros.
    
    Salí de la ducha con calma, siempre me tomo mi tiempo, es mi mejor momento del día, ¡ya veis…! Menuda vida desenfrenada llevaba. Me puse mis cremas, me sequé el pelo y comencé a vestirme. Tenía puestos unos vaqueros pegados y una camisa a la que solo me dio tiempo a abrochar los dos botones inferiores, porque algo ...
    ... me detuvo… eran dos golpes que llamaban a la puerta.
    
    —Mamá, ¿te falta mucho? —era la voz de Javier y parecía estar agitado.
    
    —No, cariño. —estaba pendiente de él y, por supuesto, pregunté— ¿Por qué?
    
    —Es que tengo que entrar…, —un pequeño lapso para terminar de añadir— me meo mucho.
    
    —¿Está ocupado el otro? —antes de que me lo dijera, me lo imaginé.
    
    —Sí, papá está cagando. —casi se me plantó una imagen de mi marido sentado en el retrete en una de sus eternas idas al baño.
    
    —¡Hijo…! Esa boca…
    
    No me gustaba que dijera obscenidades, aunque os parecerá una tontería, ya veis, “cagando…” ni que estuviera mentando a la madre de nadie, pero era mi modo de ver las cosas.
    
    —Venga, pasa, no hay problema. Ya estoy terminando.
    
    No era la primera vez que compartíamos baño, de pequeño nos duchábamos juntos y ¡buf…! No había día que no me pillara meando, siempre abría la puerta cuando me sentaba en la taza, era como si tuviera un sexto sentido para eso. Menos mal que con la edad, dejó esa costumbre de acompañarme a todos los lados.
    
    Dio par de pasos rápidos cuando abrió la puerta. Sus brazos danzaron el uno contra el otro, casi inertes dentro de las fundas que los mantenían en cabestrillo. Antes de que me diera cuenta, se colocó delante de la taza del váter sin importarle mi presencia, se meaba demasiado.
    
    Tuve un error de previsión que no me di cuenta hasta ese momento. Para que se cambiase, le había llevado al hospital unos vaqueros, que yo misma le puse cuando bajó ...
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