La Pasión de Esther
Fecha: 28/08/2024,
Categorías:
Incesto
Autor: LilithDuran, Fuente: TodoRelatos
... de la camilla. Quería que estuviera guapo y no abandonara el hospital de cualquier manera, mi niño siempre tiene que ir de punta en blanco.
El problema radicaba en que tenía un botón para desabrocharlo y con sus manos vendadas, doloridas y quemadas, ya me diréis que fuerza podía hacer.
—¡Joe…! ¡Mierda…!
Me seguí retocando, escuchando sus quejidos y viendo en el reflejo del espejo, de qué manera se movía su cintura tratando de deshacerse de la prenda. No creo que transcurriera más de un minuto forcejeando, que ya me estaba poniendo nerviosa por lo mal que lo estaría pasando y le tuve que preguntar.
—¿Qué pasa, cielo? —lo sabía muy bien.
—Es que… —continuaba su lucha contra el vaquero—No… No puedo…
—¿Quieres…? —no parecía escucharme. Me di la vuelta para mirarnos a la cara y lanzarle la pregunta con decisión— Cielo, ¿quieres que te ayude?
—Tranquila, mamá, ya puedo solo.
Me quedé mirándole apoyada en el lavabo, sus manos eran torpes, casi igual que las de un muñeco de trapo que no tuviera movilidad. Me daba pena… demasiada, mi pobre niño herido, no podía casi ni mirar sin que un regusto amargo me recorriera la garganta.
Di un paso adelante, posicionándome casi a su lado, a la vez que trataba de liberarse del vaquero. Sin mirarme, se quedó quieto y en silencio, con la mejor voz que pude, tierna y cariñosa, le volví a preguntar.
—¿Te ayudo?
Apenas pude escuchar lo que me decía, el rostro se le ruborizó en cosa de dos segundos y lo que soltó por ...
... sus labios, fue un… “Sí, por favor”, lleno de timidez.
Mostré una sonrisa dulce, la misma que le ponía siempre y quise normalizar el asunto, no pasaba nada porque tuviera de esa manera las manos, iba a recuperar la movilidad en cosa de unos días. Lo del tema del dolor… pues tardaría más, pero no le iban a quedar secuelas.
De aquellas, ya me sacaba unos diez centímetros de altura y cuando me puse pegada a él, fue como darme cuenta de que, mi pequeño, había crecido. Por mucho que mis ojos azules continuaran viéndole como un niño, los años pasaban.
En aquel pequeño lapso de tiempo, no me había puesto bien mi camisa, la tenía abotonada a medias y, únicamente, se me tapaba mi vientre, el sujetador, no. Por supuesto, no le di importancia a eso, porque ni siquiera me acordaba de cómo estaba vestida. Sin embargo…, algo de relevancia tuvo.
Me agaché poniéndome en cuclillas, ya que no tenía muy buena maniobrabilidad con sus dos brazos plantados en su vientre. Posé mis manos para desabrochar el botón y con lógica, le bajé primero el pantalón sabiendo que él, no podría. Aunque no fue lo único, puesto que, por pura cordialidad, porque pensé que tampoco le sería muy sencillo, también le bajé el calzoncillo. ¡Vaya sorpresa!
—Bueno… —solté sin querer, aunque no iba añadida ninguna emoción.
Desde los seis años que no le veía su pitilín y había pasado mucho tiempo desde entonces. Cuando salió a la luz lo que calzaba con esa edad, mis ojos se quedaron perplejos. Me esperaba una ...