La Pasión de Esther
Fecha: 28/08/2024,
Categorías:
Incesto
Autor: LilithDuran, Fuente: TodoRelatos
... pequeña salchicha y aquello… era un pene de un hombre.
El pulso se me aceleró al instante, las venas llevaron sangre a todos lados y por poco me quedo muda. Un calor muy humano me subió por todo el cuerpo, sonrojando mis mejillas y erizándome la piel.
Javi no tenía su salchichita… No… ¡Para nada!, lo que le colgaba de entre las piernas era el miembro viril más grande que había visto. Tampoco es que fuera una experta en penes, pero vi más de uno, ya fuera el de Fran, el de otros chicos en el instituto o en ciertas revistas. Vale… aquel, era otra cosa, gordo, venoso, grande… ¡Una verdadera polla!
—Bien…
Volví a hablar para que no me diera un ataque, el silencio me mataba. Estaba de rodillas, delante de semejante miembro, mientras mi hijo esperaba para mear, la situación era surrealista.
A día de hoy, no sé cuál fue el motivo que me impulsó a ello, creo que, exclusivamente, ayudar a mi hijo a que todo fuera más fácil, no lo sé. Lo que hice, fue alzar la mano derecha con mis delicados dedos y le agarré el pene por la mitad de la misma manera que cuando era pequeño.
¿Podría haberlo hecho él? Supongo que sí. ¿Con dolor? Seguramente. Su mano izquierda le dolía cantidad y con la derecha, apenas podía coger nada, sin embargo, sí, opino que podría habérselas arreglado con mucho esfuerzo.
Sujetándolo con el pulgar y dos dedos más, lo puse en dirección a la taza. Miré a la cara de mi hijo, por supuesto, su vista no estaba fija en mí y apretaba los dientes para ...
... tratar de empezar.
Lo que sí que comenzaba a suceder… era otra cosa, algo que me dio una vergüenza atroz. Bajo mis dedos, la dureza se hizo una con la piel. Los músculos se pusieron pétreos y el calor, envolvió todo el miembro.
En menos de lo que canta un gallo, de rodillas delante de mi hijo, estaba sujetando su pene erecto que me imponía demasiado. ¿Cuánto mediría? No lo podía saber, pero vamos… Aquello estaría rondando los veinte centímetros para arriba o para abajo, una locura, y además, si llego a cerrar la mano para atraparla, creo que hubiera tocado mis dedos de puro milagro.
—¡Mmmm…! —soltó Javier en un esfuerzo que le ponía rojo.
Debería haber actuado de otra manera, dejarle solo o, simplemente, soltarla. No obstante, seguí de rodillas, con su polla entre mis dedos mientras mi respiración se aceleraba.
Javier no podía sacarlo, estaba muerto de vergüenza, lo noté, se le veía en la cara, pero tampoco se marchó. Soltó dos rebuznos por el esfuerzo con el que trataba de impulsar su líquido y, al ver eso, tonta de mí, se me pasó por la cabeza decirle.
—¡Ánimo, cariño…! —¿¡de verdad se lo pude decir!? ¡Estoy majareta…!
—Ya… —apretaba los dientes con una fuerza tremenda— Ya… está…
El pis empezó a brotar del duro pene, luego de un jadeo de esfuerzo que me llenó los oídos. Acabó después de unos veinte segundos y le solté el miembro con la misma dulce sonrisa de antes. Para cuando se dio cuenta, ya estaba con el pantalón subido, eso sí, con el botón ...