Echo una mano al mejor amigo de mi marido - Relatos Eróticos

Echo una mano al mejor amigo de mi marido

No hay peor manera de sentirse sola que estando acompañada. Encontrar pareja es mucho más sencillo que conseguir que con el paso del tiempo siga funcionando, por eso tantos matrimonios fracasan. Aun así, todos los recién enamorados piensan que lo que tienen es especial y que a ellos no les va a ocurrir, hasta que llega la bofetada de realidad.

Yo era de las que pensaban que el compromiso a largo plazo había que evitarlo a toda costa. No me negaba a tener pareja, pero siempre consciente de que esa relación debía de tener fecha de caducidad o acabarían apareciendo los sentimientos para fastidiar la diversión. En aquella época era joven y universitaria, así que podía pensar en poco más que en el sexo.

En ocasiones me planteaba que quizás estaba equivocada y no era tan malo eso de dejar que las emociones fluyeran y llegar incluso a enamorarme, pero entonces conocí a la que iba a convertirse en mi mejor amiga. Inma, que estudiaba enfermería igual que yo, tenía mis mismas ideas, aunque era todavía más radical que yo.

Juntas salíamos por la noche y arrasábamos con todo a nuestro paso. Yo me permitía tener relaciones que duraran más de unas horas, pero ella después del primer polvo se libraba de los tíos de una manera muy poco elegante. A veces llegaba a hacerme pasar vergüenza con sus formas, pero me compensaba por lo divertida que era y lo bien que me lo hacía pasar.

- Tía, no puedes tratarlos tan mal.

- Es lo mejor para evitar que se pongan pesados, Malen.

- Pero ...

... habrá alguno que te guste, ¿no?

- Si no es para follar no me interesa ni cómo se llaman.

- Qué salvaje eres, Inma.

- Si tú haces lo mismo que yo.

- Yo no me niego a repetir si el chico se maneja bien.

- Así te acabarás pillando de alguno.

- Eso no va a pasar, tengo muy poca fe en los hombres.

La alergia que tenía a todo lo masculino probablemente se debía que llevaba toda la vida escuchando a mi madre despotricar en contra de mi padre. Aunque fuese cierto que él no era el marido ideal, a ella no le faltaba responsabilidad por no tomar la decisión de dejarlo. Di por hecho que era complicado romper una relación, sobre todo cuando hay hijos de por medio, por eso tomé la decisión de no enamorarme.

Los años fueron pasando, pero Inma y yo seguíamos llevando un ritmo de vida similar. Para entonces ya teníamos la carrera y estábamos ejerciendo nuestra profesión, lo cual no nos dejaba salir tanto como antes, especialmente por culpa de las guardias nocturnas. Aun así nos apañábamos para seguir dándonos alegrías.

Nada hacía pensar que fuese a cambiar mi estilo de vida, pero entonces tomé la decisión de irme a vivir sola y eso me hizo verlo todo de una manera un tanto diferente. Cuando llegaba a casa echaba de menos el tener a una persona esperándome, alguien a quien contarle cómo me había ido el día. Inma seguía siendo mi gran apoyo, aunque no era el tipo de amiga que te pregunta qué tal estás.

Aunque no tenía la intención de buscar un novio formal, poco a ...