Viuda deprimida, madura agradecida - Relatos Eróticos

Viuda deprimida, madura agradecida

... arrollada. De inmediato todo el mundo allí presente nos rodeó, querían impedir que lo intentara de nuevo.

- ¿Por qué lo has impedido?

- No podía dejar que te suicidaras.

- Tú no puedes decidir sobre mi vida.

- Sé que a veces es complicado seguir hacia adelante.

- Eres un niñato, no sabes lo difícil que puede ser todo.

- Todo tiene solución menos la muerte.

- Lo volveré a intentar.

- Toma mi número y llámame cuando vuelvas a sentirte tentada.

No sé por qué le di mi número de teléfono, era como si me viese obligado a justificar que la hubiera salvado cuando yo tampoco estaba demasiado contento con mi vida. En cualquier caso, estaba contento con la decisión que había tomado, ya que esa mañana también había niños en el metro y no debían presenciar algo así.

Ese día llegué tarde a trabajar, pero no quise explicar lo que había ocurrido. Solo le conté la verdad a Derek, aunque me arrepentí enseguida. Mi amigo empezó a decir que esa mujer era una desagradecida y que no tenía que haberle salvado la vida. Estaba claro que con él nunca se podía mantener una conversación que fuese normal.

- Si quería palmarla no es problema tuyo.

- Había niños delante, no podía dejar que vieran eso.

- Les has quitado la opción de llegar al cole con una anécdota bien chula.

- A veces pienso que eres idiota.

- El mundo no iba a echar de menos a una vieja más.

- Pero si no debía de tener más de cuarenta y cinco años.

- Pues eso, una anciana.

- No ...

... dirías lo mismo si la hubieses visto.

- ¿Estaba buena?

- No, pero tenía algo especial.

- Sí, unas ganas locas de quitarse de en medio.

- Ni se te ocurra contárselo a nadie.

- ¿No quieres que se enteren de que eres un héroe?

- Que sepas que a ti no te hubiera salvado.

Las siguientes semanas las pasé escuchando bromas de Derek al respecto, pero yo seguía estando satisfecho con lo que había hecho, aunque, en realidad, fue más un impulso que una acción voluntaria. En cualquier caso, todo aquello me sirvió para distraerme y no estar todo el rato pensando en que mi compañera me había rechazado.

El amor parecía estar muy lejos de mí en ese momento, así que tenía que enfocarme en otro objetivo. Aunque mi madre insistía en que esperara un tiempo porque no me veía del todo bien, decidí intensificar la búsqueda de piso. Eso solo me sirvió para frustrarme aún más al ver lo difícil que era encontrar algo en condiciones que no costara un riñón.

Con tantos disgustos me estaba costando ver la luz. Todo a mi alrededor me recordaba que no hacía más que fracasar en cada cosa que intentaba. Por si eso no fuese suficiente, mi padre llevaba un tiempo bastante delicado de salud, así que no veía la forma de levantar cabeza. Hasta que recibí una llamada que lo cambió todo.

- ¿Bran?

- Sí, ¿quién es usted?

- Soy Felicia, la mujer del metro.

- Espero que no me digas que vas a intentarlo de nuevo.

- No, tranquilo, ese no es el motivo de la llamada.

- Pues tú ...