Mi madre y yo, de vacaciones en la nieve - Relatos Eróticos

Mi madre y yo, de vacaciones en la nieve

... fantasmas del pasado.

Hablamos de nuestros planes para esos días.

—Yo no he hecho ninguno.

—A mi Madrid se me cae encima, estaba pensando en irme a Marbella, allí tengo alguna amiga que pasa estos días.

A mi no me apetecía mucho pero no quería que pasara la navidad sola.

—No me apetece pero si te vas tú, me iré contigo, no quiero que conduzcas tu sola hasta allí.

—Como si fuera una niña... —se quejó.

La interrumpí para atender a mi padre al móvil. Le había surgido un imprevisto en la empresa y no podía ir a esquiar. Me cedía su reserva en el hotel de Baqueira si quería aprovecharla. Le gustaría que invitara a mi madre. Ya que él no podía, al menos parte de la familia mantendría la tradición.

Debí poner una cara de alegría que detectó enseguida.

—¿Te ha tocado la lotería de navidad?

—Parecido. Papá no irá a la nieve. Nos deja su reserva de hotel. ¿Mejor que Marbella?

A ella también le mudó la expresión.

—¡Siii!

Había ido tantos años que me conocía la carretera perfectamente, el viaje duraría unas 6 horas si el tiempo acompañaba.

—Vamos a preparar una maleta. Si salimos a la hora de comer, estaremos esta noche allí.

—Baja al trastero y coge los esquíes y los trajes de nieve. Yo prepararé unos bocadillos para el camino.

Salimos para Baqueira en su BMW X4, blanco, que le había correspondido en el protocolo de divorcio. Durante el viaje fuimos recordando anécdotas de años anteriores y confesando sus miedos al futuro aunque salía a ...

... menudo con sus amigas, y se sentía cómoda sin necesidad de una pareja. Hablábamos más como amigos que como madre e hijo.

—Qué fácil es hablar contigo de cualquier tema. Con mi padre no lo consigo, rehúye las conversaciones personales, sobre todo si no sale bien parado.

—A mí me pasaba igual con él y también me siento muy cómoda contigo. Me siento mimada después de más de un año sin mi marido.

Acerqué mi mano a la suya que me cedió sin oponerse.

—Qué suerte que hayamos podido venir. Me has rescatado de una navidad sola y aburrida —hablaba con una risa nerviosa y entrecortada.

Llegamos de noche a la estación, sacamos las maletas y los esquíes. Dejé las llaves al chico del hotel y le di una propina como hacía mi padre.

—¡Te pareces tanto a él!

—Espero que sea la versión buena.

—Claro, eres lo mejor que me ha dejado.

—Una cosa mami, seguimos el mismo juego. Cuando crucemos la puerta del hotel, somos amigos, nada de mamis ni hijitos.

La habitación era amplia y con una sola cama de gran tamaño. En una esquina, una preciosa chimenea de montaña, que mañana encendería. El cabrón de mi padre sabía elegir bien los hoteles.

—Tu padre quería una buena cama para relajarse con ese pendón de novia que se ha echado.

—Fin de acordarnos de él. Vamos a disfrutar de su dinero sin echarlo de menos.

Bajamos a tomar un ligero tentempié en la cafetería del hotel que devoramos rápidamente. Cansados del viaje, nos subimos de nuevo a la habitación. Entré rápidamente ...