1. De toreros y cornadas


    Fecha: 02/12/2024, Categorías: Infidelidad Autor: Alfasuperior, Fuente: CuentoRelatos

    ... que la rechazó con cierto fastidio.
    
    –No, hoy no me apetece. Ando cansada.
    
    “Siempre andas cansada” –pensó Ainhoa, pero de nada le serviría decirlo. Pasaron el día viendo su podcast favorito sobre veganismo y haciendo un tofu algo desagradable para cenar.
    
    Cuando Ainhoa se metió en la cama y cerró los ojos, no vio a su novia, ni a su perro, no tampoco el retrato de Frida Kahlo que tenía colgado en la pared. En la oscuridad, esos ojos de tequila barato parecían fulminarla.
    
    ...
    
    La arena se le metía a Ainhoa en el coño, su desnudez se asaba bajo el sol. Se sentía observada, se sentía vigilada. Las risas. Ahí estaban las risas de todas las chicas que se habían metido con ella por su condición, por su peso, por todas las taras que había ido acumulando a lo largo de una vida de inseguridades.
    
    En su piel aparecieron heridas sangrientas de saetas, heridas como orgasmos, orgasmos como heridas.
    
    Despertó sudando, respirando entrecortadamente.
    
    Gruñó, y tuvo que hacer un esfuerzo mayúsculo para no golpear la cama en la que su novia seguía durmiendo el sueño de los perezosos. Cuando no follaba, siempre tenía pesadillas.
    
    Apagó el despertador y se preparó para la entrevista: vestido corto con un estampado de margaritas, ahora que venía el verano. Su pelo rizado y castaño, recogido en una coleta. Se colocó sus gafas redondas, deseando poder rendirse a ese miopía relajada con la que miraba el mundo cuando no había nada que hacer. Pero había que reconocer que se miraba ...
    ... bonita en el espejo... aunque, pese a todos sus artículos sobre positividad corporal, también había que admitir que habría estado más bonita con diez o quince kilos menos.
    
    Sonrió, pícara, y se agarró las tetas delante del espejo. Eso también tenía sus ventajas.
    
    Abandonó la casa y cogió el coche. Recorrió en él las calles de Sevilla con una mirada de forastera enamorada, ignorando el reloj y el calendario mientras se perdía en sus rincones. También, para qué negarlo, centrarse en las esquinas de tan bella ciudad era un modo de postergar el encuentro con aquel profesador de una barbarie que llevaba denunciando más de una década en sus redes sociales, de retrasar la enunciación de unas preguntas que no sentía como suyas ni podría formular adecuadamente.
    
    “En fin, así es la vida. Un curro es un curro”.
    
    Ver la casa de aquel torero no ayudaba en nada. Su superficie blanca e imponente la empequeñecía desde una altura señorial, su pulcritud sencilla era más apabullante que el barroquismo de cualquier mansión. Tuvo que llamar por el telefonillo desde detrás de la valla para recordar que no estaba en el siglo XIX, y para ser recibida por una anacrónica modernidad.
    
    –Buenos días –saludó una voz grave y tranquila desde el otro lado–. Supongo que viene por la entrevista, ¿verdad?
    
    Ella cruzó los dedos, encomendándose a sus influencers de autocuidados favoritos para poder hacer frente a ese mal trago. Al menos, era un tío educado: poca gente hablaba con tanto detenimiento por ...
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