De toreros y cornadas
Fecha: 02/12/2024,
Categorías:
Infidelidad
Autor: Alfasuperior, Fuente: CuentoRelatos
... el contestador.
–Sí, soy yo, Andrea Riveiro. ¿Puedo... puedo entrar?
–Sí, por supuesto.
Prácticamente al segundo, se oyó el timbre, que le permitió entrar al patio. Allí, una figura alta y altiva atravesaba el umbral de la puerta.
Estaba vestido con un sobrio traje negro y una camisa cuyos botones desatados permitían apreciar un pecho peludo y viril. Su pelo engominado ya peinaba algunas canas, pero a juzgar por la sonrisa chulesca de su rostro duro y moreno, poco le importaba. Costaba creer que ese hombre tan seguro de sí mismo fuera el mismo energúmeno al que había visto acabando con la vida de otro mamífero.
–Buenos días –saludó el matador de toros, dándole dos besos. Olía a desodorante y varón Dandy–. Andrea Riveiro, ¿verdad? Está usted más guapa aún que en las fotos.
–Gracias –contestó ella, con la sonrisita tonta que esbozaba siempre que tenía miedo.
–Perfecto. Entremos. Por cierto, me encantó su artículo sobre Vicente Aleixandre. Es uno de mis poetas favoritos, pero rara vez se le hace justicia.
Notó que, mientras cerraba la puerta, le miraba el escote de forma disimulada. Sin embargo, aquello que normalmente habría suscitado asco y tal vez incluso alguna respuesta verbal, no le importó demasiado. Supuso que se debía a lo cansada que estaba de discutir con su novia, como para ponerse a discutir con desconocidos.
La guio por el recibidor, en el que un cartel taurino marcaba la pauta para el resto de la casa, hasta una habitación que ...
... parecía un estudio.
–Si quiere tomar fotos, adelante.
Lo hizo, claro: cómo perderse esa oportunidad de añadir a su portafolio esos cuernos de toro colgados en la pared, ese cartel taurino que tanto le había llamado la atención, la inesperadamente amplia biblioteca. Se sorprendió de que, entre libros sobre toreo y, con la presencia prominente de Sangre y arena de Blasco Ibáñez, hubiera una gran cantidad de novelas y ensayos de gran calado que, por la novedad de sus ediciones, no parecían heredadas de algún familiar más culto que él. Se preguntó cómo un hombre de letras, un hombre que había visto mundo y había tenido oportunidades, se había dedicado a esa forma de entretenimiento tan sádica.
–Bueno, creo que ya estamos listos. Para le entrevista, quiero decir.
La risita del torero le hizo morderse los labios instintivamente. La guio hasta las dos sillas de la mesa del comedor, donde se sentaron. Le tomó algunas fotos más, enfocando a su pecho mientras él se deleitaba en el de ella. Y, entonces, dio comienzo a la entrevista.
Empezó con preguntas inocentes sobre su carrera y sobre sus perspectivas de futuro, con alguna que otra pregunta personal para que estuviera relajado. Contestó de manera sucinta, con una actitud positiva que no había esperado en un asesino. Y, aun así, había cierta perversidad en esas sonrisas y en el brillo pícaro de sus ojos. Como si estuviera delante de un toro manso. Domesticado, sí, pero con más de media tonelada de puro potencial ...