1. De toreros y cornadas


    Fecha: 02/12/2024, Categorías: Infidelidad Autor: Alfasuperior, Fuente: CuentoRelatos

    ... ostentarlas, eran la prueba fehaciente de que le importaba el arte.
    
    –Entonces, sea sincera. ¿Es usted antitaurina?
    
    Le pegó un respingo.
    
    –¿Por qué lo dice?
    
    –Porque tengo dos ojos y dos orejas, y he visto lo incómoda que estaba.
    
    –Pues... pues sí, soy antitaurina. Espero que no se ofenda.
    
    –¡No, no, por supuesto! Estoy más que acostumbrado. De hecho, ha hecho usted una entrevista magnífica pese a su animadversión a los toros.
    
    –A los toros no –corrigió, sonriente, mientras ese hombre se acercaba a ella. Su sudor se le metió en la nariz, su pecho se desbocó–. A la tauromaquia.
    
    –¡Ja! Bien llevado, sin duda. Pero, en fin, parece usted una mujer culta y con las ideas en su sitio... y, bueno, dos personas con pensamientos distintos se pueden entender...
    
    La cogió de la barbilla con delicadeza y, dándole tiempo a reaccionar, posó un encendido beso sobre sus labios. Ella se dejó besar, tensó sus manos, sintió cómo el mundo se le venía encima y cómo, después de tanto tiempo sin gozar de un cuerpo ajeno, volvía a girar.
    
    Se retiró, colorada.
    
    –Oiga, yo... tengo novia.
    
    –¿Sí? No parece haberle importado mucho.
    
    Y, sin dejar de sonreír, la besó de nuevo. Y Ainhoa sintió el feminismo disolverse en la humedad de su entrepierna, que ese apuesto carnicero acariciaba ya con sus dedos.
    
    Sintió un escalofrío delicioso. Era acoso, era una agresión, pero... pero, joder, cómo le ponía.
    
    –Oiga, por favor...
    
    –¿Qué?
    
    –Yo... yo nunca he estado con ningún ...
    ... hombre...
    
    –Una pena, una chica tan guapa como usted... qué desperdicio...
    
    Él guio su mano hasta ese bulto que sobresalía en su pantalón, ese bulto que tanto se marcaba en las mallas y que tantos escándalos de la prensa del corazón había protagonizado. Era grande y duro, pero con un tacto más caliente que el consolador que su pareja se metía a veces en las piernas como patético sucedáneo de la carne real. De la carne que, ahora se daba cuenta, llevaba echando de menos toda su vida.
    
    –Nadie... nadie se puede enterar...
    
    –Por supuesto. Ya hace tiempo que me puse firme con los paparazzi.
    
    Ella asintió, dejando que esa mano firme acostumbrada a matar la agarrara de una de sus generosas nalgas. Él la guio hasta el sofá con calma, tumbándola. En ese momento, supo que estaba aún a punto de salir corriendo cual vaquilla asustada. Pero, en su lugar, esbozó una sonrisa y se agarró las ubres, comprobando risueña que ese animal se volvía loco con ellas.
    
    Entre los dos le quitaron el vestido, dejándola en ropa interior. Las tetas se le salían del sujetador, sus jadeos eran ya notorios.
    
    –Qué guapa eres...
    
    El torero lamió sus pezones tras retirarle el sujetador. Su habilidad con la lengua no era tan precisa como la de su novia, pero había una pasión que a esta le había faltado desde hacía tiempo. El Carajillo, que seguramente quedaba con mujeres distintas todas las semanas, acudía de todos modos a sus pechos como si fueran un delicioso maná, como si los necesitara para vivir. Y ...
«12...456...»