1. De toreros y cornadas


    Fecha: 02/12/2024, Categorías: Infidelidad Autor: Alfasuperior, Fuente: CuentoRelatos

    ... Ainhoa gozaba como una perra de esa devoción.
    
    –Así, joder, así...
    
    Gozó aún más cuando sintió el aliento del matador en su ombligo, cuando sus mordiscos fueron descendiendo hasta sus amplios muslos.
    
    Retiró las braguitas de corazones como quien retira algo sagrado, con la misma reverencia y el mismo entusiasmo impúdico. Sin perder un segundo, enterró la lengua en el hoyo agradecido de una mujer que no había sido estimulada en mucho tiempo. Y esta respondió como era preceptivo responder, con un gruñido gutural de agradecimiento.
    
    Esa mamada de coño fue breve y rápida, feroz y tempestuosa. El torero hizo una demostración de destreza dibujando círculos en su clítoris, haciendo que tuviera que agarrarse al sofá para contener su furor y no caerse al suelo.
    
    –Sí... sí, por favor, no pares, no vayas a parar... por Dios...
    
    Hacía mucho que no invocaba el nombre del Altísimo con tanta fuerza, tal vez desde que había declarado a sus padres que no haría la confirmación. En ese momento, moviendo las caderas de forma tan potente y entusiasta, no pudo sino agradecer a Dios el haberla puesto en el camino de esa tormenta arrasadora con forma de lengua.
    
    –Así... ah, joder, no pares, no pares...
    
    Y no paró. Su saliva acarició los límites de su vagina, la hizo temblar. Y, después del temblor, el orgasmo. El dulce néctar que le hizo taparse la boca para no chillar, como si Anisia la pudiera oír aún desde tanta distancia. Pero, al sentir ese placer sin ataduras, su compromiso ...
    ... con Anisia le importó más bien poco.
    
    Dejó que el éxtasis se apoderara de ella y que se fuera, su fuerte respiración fue un indicador suficiente para que la cara del torero saliera de entre sus piernas. Pero, a juzgar por aquella creciente protuberancia en sus pantalones, no había terminado con ella.
    
    Se desabrochó con lentitud, dejando que Ainhoa degustara el momento, dejando que captara fragmentos de ese pedazo de carne antes de liberarlo por completo. Cuando lo hizo, ella se relamió del gusto y de la expectación.
    
    –Madre mía, eso sí que es un rabo de toro...
    
    La mano derecha del matador se cerró en torno a su cuello.
    
    –Sí. Seguro que la bollera de tu novia no puede darte esto...
    
    Ese comentario, que en cualquier otra circunstancia le habría ofendido, le hizo reír. Abrió las piernas, reconociendo instintivamente a ese hombre como el compañero perfecto. Presa de sus pulsiones más atávicas, ni siquiera le pidió que se pusiera un condón. La punta de ese miembro rozó la entrada a su interior.
    
    –Empieza despacio...
    
    Entró con delicadeza, incrustando en ella ese trozo de carne que provocó una mordida de labios y que, sin esa barrera, habría suscitado abundantes gemidos. La posición del cuerpo de ese hombre, por encima de ella, era una muestra de superioridad que hizo que su coño se derritiera.
    
    Ese tipo sabía controlar los tiempos. Primero le clavó su banderilla con movimientos rápidos pero gentiles, como los primeros cautos acercamientos a una bestia aún en ...
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