1. De toreros y cornadas


    Fecha: 02/12/2024, Categorías: Infidelidad Autor: Alfasuperior, Fuente: CuentoRelatos

    ... perfecto estado de salud. Pronto, sin embargo, sus estacadas se fueron tornando más violentas, haciendo que su amante se retorciera de un delicioso dolor. Ainhoa expulsó un chillido, disfrutando por primera vez en su vida de un macho. Había gozado de consoladores mucho más grandes que ese miembro, sí, pero guiados por una mano débil de mujer, no por esas hábiles caderas. Y sin ese calor que la llenaba por dentro, colocando en su interior la pieza de puzzle que le faltaba.
    
    –Venga, di la verdad... –susurró él, dándole palmadas en las tetas. Estas rebotaron, jubilosas–. Di la verdad, a ti te hacía falta polla...
    
    La transformación de ese hombre elegante en aquel salvaje no le resultó chocante sino, por el contrario, muy atractiva. Se tomó unos segundos para responder mientras la taladraba con aquella despreocupación tan deliciosa.
    
    –Sí, joder... no sé cómo he vivido sin polla durante tanto tiempo...
    
    Eso hizo sonreír al Carajillo, que redobló sus esfuerzos. Aquel semental golpeó su punto G con la fuerza entusiasta del conquistador.
    
    –Si es que todas las tías sois iguales... –musitó, dándole un suave manotazo en el cuello–. A todas os va que os manejen... y, cuanto más feminazis, más sumisas sois...
    
    –¡Sí! ¡Sí! ¡Sí, joder soy tuya! ¡Soy tu perra feminazi! ¡Penétrame más, por favor! ¡Hazme tuya!
    
    Esas súplicas solo hicieron que aumentara la rapidez y brutalidad de sus embestidas, que creyó que la volverían loca. Se preguntó qué pensaría Anisia si la viera. Siendo ...
    ... tan débil como era, seguro que se pondría a llorar y caería en una depresión. Seguro que, aun así, le suplicaría que volviera con ella y le haría sentirse culpable. Seguro que amenazaba con suicidarse y le echaba la culpa al heteropatriarcado.
    
    Imaginarse a su novia tan destrozada hizo que riera, malvada y animal, mientras aquel hombre seguía empeñado en destrozar sus entrañas.
    
    La agarró de los hombros, tratándola como si fuera una muñeca de trapo y mirándola desde una posición prominente y de autoridad. Atacó, atacó sin piedad, dándole lo que siempre había necesitado sin saberlo, tratándola como a una bestia derrotada. Y así era.
    
    Cuando se corrió dentro de ella, ni siquiera hizo un amago de escapar. Dejó que su semen la llenara, que empapara su interior de ese calor de homínido dominante. Dejó escapar un suspiro de futura preocupación, de futuros quebraderos de cabeza. Y, sobre todo, de placer.
    
    –Bueno, no ha estado mal –observó el torero–. Anda, vístete y vete, que tengo cena pronto. La verdad es que me gustaría verte otra vez, tal vez... ¿qué tal te vienen los miércoles?
    
    Como había sucedido a tantas otras mujeres antes que ella, la pérdida de la virginidad la llevó a una repentina decepción. Aunque seguía jadeando y rojiza en su semblante, se arropó los pechos con las manos y asintió, temerosa y volviendo de nuevo a la realidad.
    
    –Va... vale. Pues... encantada –dijo ella, sonriente–. Ya veremos cuándo quedamos.
    
    Se vistió con rapidez, abandonó la casa y, con ...
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