Suegra borracha
Fecha: 28/12/2024,
Categorías:
Incesto
Autor: Schuko, Fuente: TodoRelatos
... bebida. Y más si tenemos en cuenta que hizo lo mismo con la bebida de algunas de las otras chicas de la oficina y ninguna perdió los papeles como Sandra. Pero, bueno, nada de eso tiene demasiada importancia. Tan solo es el origen de todo lo que vino después.
La gente alucinó cuando a Sandra se le empezó a ir la pinza, bailando sobre la mesa en plan gogó, meneando sus tetazas en la cara del director técnico y pegándole un baboso morreo a una compañera que, la verdad sea dicha, no hizo ascos en absoluto a la boca de la jamona y disfrutó del intercambio de babas, tanto como para ponerse lo bastante cachonda como para ir a pajearse minutos después a los servicios. Si no fuera por el alma caritativa y corta rollos de Eugenia, la aguafiestas amiga de Sandra, que impidió que ésta acompañase a la chica al lavabo a consumar el rollete lésbico, la buena de Sandra habría tenido su primer orgasmo bastante pronto. Pero, no pudo ser. Eugenia retuvo a Sandra en un sofá del reservado, donde siguió siendo objeto de la mofa, el cachondeo y el escarnio de bastantes de sus compañeros que aprovechaban su estado para sobarla a base de bien. Sobre todo los tíos, pero alguna chica tampoco le hizo ascos a magrear las tetas de la abotargada puerca.
Muy comentado fue cuando, entre risas e incoherencias, enseñó su destreza en la técnica de la felación usando un vaso de tubo, lo que suscitó la envidia del personal femenino y la admiración del masculino que, sin apenas disimulo, en más de un caso, ...
... se palpaba la polla pensando en lo que iban a hacer en cuanto consiguieran meter a la jamona en un coche. Pero el gozó de todos acabó en un pozo, por culpa de la corta rollos de Eugenia que, como hemos dicho, se había convertido en el Pepito Grillo de Sandra y en la voz de la conciencia de la oficina.
Dio la casualidad de que uno de los camareros que trabajaba en el Pub era vecino de Sandra y vivía en la puerta contigua a su piso. A Martín de treinta años le había costado reconocer a su vecina. Acostumbrado a verla como la perfecta ama de casa de la escalera, siempre con el carrito de la compra acompañada del calzonazos de Ricardo, su marido, le costó identificarla con aquella vestimenta de putón verbenero. Lucía la mujer unamini minifalda que apenas le tapaba las cachas de su culazo, un culazo que se veía a la perfección y en toda su inmensidad porque la tira del tanga se había incrustado entre las nalgas. En la parte superior, llevaba una ceñida camiseta de licra que sus enormes tetas pugnaban por reventar. Pintada como una puerta, en plan putón, completaban su atuendo unas medias negras muy bonitas, pero con un par de carreras por el ajetreo de la buena mujer. La guinda era el liguero que se alzaba sobre unos zapatos de tacón de aguja que aumentaban su metro cincuenta y cinco hasta un más que respetable metro setenta. Estaba la mujer para hincarle el rabo y no sacarlo hasta que se convirtiera en una pasa arrugada.
Y, claro, aquel deseo que se despertó en Martín, que ...