Mi odiosa hermanastra II (17)
Fecha: 08/01/2025,
Categorías:
Incesto
Autor: Gabriel B, Fuente: TodoRelatos
... trajimos? —replicó Samara.
Nos habíamos reunido para hacer un picnic. Habíamos extendido una manta sobre el pasto y nos sentamos alrededor. En realidad los sanguches no estaban hechos. Había una bolsa de pan, y el fiambre estaba envuelto de papel. También habíamos llevado mayonesa.
—Yo no quiero salame. Me deja mal aliento —dijo Aurora, quien tenía sus auriculares a mano, en caso de que necesitara aislarse de algún sonido molesto. Llevaba puesto un vestido azul, lo que la hacía ver encantadora, pero a la vez le complicaba sentarse cómodamente. Estaba con las piernas juntas y el peso apoyado en uno de sus brazos. Parecía una sirena. El pelo estaba suelto y parecía más rubia que nunca. El pocito de su mentón se hacía más pronunciado ahora que sonreía.
—De todas formas no hay salame —acotó Abril.
Era la primera vez que la veía con un atuendo colorido. Llevaba un pantalón negro, típico en ella, pero la remerita con el ombligo desnudo era de color verde. Tenía el pelo suelto, y los tatuajes de los brazos parecían más intensos que nunca. Su piel blanca brillaba bajo la luz del sol.
—¡Cómo que no hay salame! —exclamó Samara.
Ella llevaba un conjunto color gris compuesto por una calza y una remera musculosa. Prendas que parecían una capa más de piel y que dejaban sus exquisitas formas a la vista. Las tres estaban hermosas. Por enésima vez me dije que era increíble que me hubiera acostado con todas ellas.
—Jodete, por no querer ir a comprar —dijo Abril—. Hay ...
... queso, jamón, paleta y salchichón primavera.
—Al menos nadie va a quedar con mal aliento —dijo Aurora.
—¿Pensabas besar a alguien? —preguntó Samara, con malicia—. ¿Y vos qué mirás? —me dijo después a mí, cosa que me tomó por sorpresa.
En efecto, la estaba mirando. La tela de la calza estaba tan ceñida que los labios vaginales se le marcaban. Las tetas tampoco eran fáciles de ignorar, pero en este caso mi atención estaba puesta en la parte más íntima de su cuerpo.
—Es que viniste media desnuda —intervino Aurora.
—¿Y vos qué lo defendés? —dijo Samara—. Además, ¡qué machista! Yo puedo vestirme como quiera y eso no habilita a nadie a acosarme con sus ojos saltones.
Sus hermanas soltaron una carcajada. Como era costumbre en Samara, lo que decía era cierto, pero lo estaba exagerando.
—Perdón —dije—. Es verdad. Es que es difícil no mirarte. Ni a ninguna de ustedes —agregué después, dirigiéndome a mis otras dos exhermanastras.
Estuve a punto de decir que me traían recuerdos, pero ellas, luego de burlarse de mí, empezaron a hablar de otras cosas. Habían pasado varios meses desde que me fui de su casa, que además fue la última vez que estuve con las tres juntas. Había visto a Aurora y a Abril en un par de ocasiones, y con Samara había hablado varias veces, aunque no habíamos concretado un encuentro. Y ahora por fin estábamos los cuatro juntos. La nostalgia se apoderó de mí.
Hablamos de cosas banales durante un rato. Pero por fin llegó el turno de tocar temas un ...